Alegra la noticia de que varios ejecutivos, de distintos sectores de la economía, decidieron crear un centro de pensamiento, con el fin de hacer propuestas tendientes a la modernización y el desarrollo de Colombia. Y es más alentador aún que ya se haya cosechado el primer fruto de ese esfuerzo.
Bueno es felicitar a los autores de la iniciativa, además, toda vez que están entregando una propuesta concreta, en medio del desarrollo de la campaña que conducirá a la elección del próximo Presidente de la República el 27 de mayo, o el 17 de junio, si es que hay segunda vuelta.
Resulta gratificante que sigan haciéndose esfuerzos, desde distintas orillas, para que el tema económico sea tratado con la prioridad necesaria durante el actual proceso.
Las urgencias nacionales exigen dejar atrás los debates mandados a recoger entre izquierda y derecha, para concentrarse en la discusión de las herramientas que hagan crecer, rápidamente, la economía colombiana. Eso corresponde evaluar en las propuestas de los distintos candidatos. Al fin de cuentas, lo que esperan los electores es recibir el beneficio de sectores sociales de amplia cobertura y alta calidad, disfrutar de una pensión digna, recibir ingresos provenientes de empleos formales, respirar un ambiente sano, en fin, poder vivir y trabajar tranquilos. Eso es lo que importa.
Tales objetivos solamente pueden lograrse cuando se tiene una economía dinámica, solidaria, en la que ganen los trabajadores y los empleadores, que estimule la inversión, la creación de empresas, y el trabajo bien remunerado.
Lo demás es palabrería populista, vacía, trasnochada, y fracasada en las naciones donde se ensayó el modelo totalitario de un estado grande y opresivo que es el dispensador de todo, el planificador único, y el ejecutor las distintas áreas de la sociedad. Quienes dirigieron la implementación de ese modelo cercenaron las libertades públicas, ahogaron la iniciativa privada, obraron sin oposición política y con la herramienta de un partido único, que era la fuente del poder absolutista. Y por eso desaparecieron.
Llegó el momento en que los ciudadanos de esos países no resistieron más. Se rebelaron y decidieron abrir la puerta de un sistema distinto, que permita las decisiones democráticas y el estímulo al emprendimiento particular. Muchos escondieron sus verdaderas intenciones. Fidel Castro y Hugo Chávez, para poner dos ejemplos cercanos, se autodefinieron como humanistas y demócratas. Ya se sabe qué sucedió con ellos y cuál es la suerte que hoy viven sus pueblos.
Discutir la idea de que Colombia tenga en el 2025 una economía competitiva con fundamento en seis sectores: turismo sostenible, sector farmacéutico y cosmético, industria de la creatividad y el ocio, y el desarrollo forestal y la agroindustria es un gran paso. Eso es lo que debe hacerse. Y para conseguirlo, es oportuno insistir en la creación del CRECER (Consejo para la recuperación empresarial y el crecimiento económico rápido). Este debe ser el cerebro, sin burocracia, del revolcón productivo que se está proponiendo.