Cuando Adolfo Pacheco comenzó a componer, su manera de expresarse y el lenguaje que usaba era algo heredado de su familia, de su entorno, de su gente y así algunos amigos criticones lo tildaban de ramplón por aquel estilo de nacer canciones donde abundaban expresiones populares surgidas de la elemental cultura que el pueblo manejaba. Una vez que logró graduarse de abogado y haber devorado textos políticos y literatura universal, las letras de sus composiciones eran más extensas, lo que le permitió ilustrar mejor y con un léxico más depurado sus nuevas obras musicales. Reflexionando sobre el tema, conceptúa que llevar a cierto nivel cultural a través de su profesión, sin proponérselo se fue alejándose de la síntesis, característica de las copias con que los juglares de antaño elaboraban sus cantos y que a él lo marcaron en sus pininos musicales, como observamos en su paseo titulado ‘De Cacería’ cuando exclama:
Óigame compae Roberto
Traiga la mochila acá
Que traigo un pájaro muerto
Que ahorita mismo acabe’mata
Es notoria la diferencia cuando años más tarde ya en el ejercicio de su profesión de abogado compuso el celebrado paseo ‘El Tropezón’, cuando despedía a su novia Lady Anillo en el aeropuerto de Cartagena con rumbo hacia Bogotá, a donde la enviaron sus padres como una manera de alejarla del gallero enamorador al que nunca vieron con buenos ojos para esposo de su hija, observemos:
Dijo adiós, por la ventanilla del avión
Y comprendí, la distancia destruye la fé
Y sentí, en mi pecho la revolución
Que produjo en mí la decepción,
De un amor que siendo amor, se fue
No sé si a otros compositores que estudiaron abogacía les ocurriría lo mismo comenta Pacheco, pero si tengo claro que el paso por la academia, al darnos un nivel cultural más elevado y un notable bagaje literario nos predispone para componer con la utilización de versos de arte mayor y nos aleja del raizal octosílabo con el cual nos nutrieron nuestros antecesores.
Si bien es cierto que con el verso de arte mayor se tiene mayor opción y libertad para el relato, en una composición no debe abusarse con letras demasiado largas que además de enredar al oyente, le quitan protagonismo al acordeón y eso si atenta contra lo tradicional, como es el caso de muchos jóvenes compositores que son rigurosamente censurados por Leandro Díaz en el merengue ‘El Bozal’ cuando nos dicé. “Mejor graban un paseo, con más de dos mil palabras que al final no dicen nada y en eso es que yo no creo”.
Muchos de ellos utilizan frases de relleno y repiten lo mismo con palabras distintas y esto tiene muy poco valor folclórico y literario y hay que respetar al oyente, que fue lo que hizo Rafael Escalona, quien mantuvo siempre en el relato y la síntesis su arma poderosa para no alejarse del sentir popular por lo que siempre fue reconocido por García Márquez como el más grande, porque no necesitó de refinamientos para cautivar al mundo entero.