“Mas yo en ti confío; digo: ¡Tú eres mi Dios, en tu mano están mis tiempos!” Salmos 31,14-15. Uno de nuestros más grandes privilegios, es poder acudir a Dios como la única fuente de ayuda y esperanza. Es olvidarse de otras posibles opciones de solución. Es poder acudir a Dios sin un plan B para decirle: ¡Eres el único que puede ayudarme! ¡Si tú no lo haces, pronto morará mi alma en el silencio!
Casi siempre, de cara a la vida misma, tenemos un plan B; otras opciones por si acaso la respuesta de Dios se demora o nuestra petición no es respondida como esperamos. Creo que Dios se complace cuando lo buscamos como única fuente de liberación. Lo contrario también es verdad: Su celo se enciende cuando contemplamos otros dioses y buscamos solución de otras maneras: Humanismo, idolatría. santería, adivinación, sortilegio, hechicería, son cosas abominables al Señor.
Son muchos los dioses falsos que buscamos como planes alternativos para decirles: ¡Líbrame, porque tú eres mi Dios! Tenemos nuestro propio conjunto de dioses falsos, fuentes a las cuales acudimos para liberarnos en tiempos de crisis o de necesidad. El dinero, los amigos, las relaciones, la salud, las influencias; se pueden convertir en salvadores porque nos ofrecen sus poderes de solución que compiten por nuestra lealtad a Dios,
Amados amigos, los verdaderos adoradores son aquellos que acuden primero a Dios, en su tiempo de necesidad. Aquellos que buscan su rostro y esperan en él para recibir orientación y dirección acerca del mejor camino a seguir. Esto solamente podemos obtenerlo en la intimidad, buscando su poderosa intervención y clamando por sabiduría y revelación. En esta instancia, esperando en Dios y permaneciendo en fe, abrimos el espacio para que Dios actúe y cambie la situación. Nuestra tarea es amarle, y esperar confiadamente; la tarea de Dios es soltar su poder de resurrección, en su tiempo y a su manera.
Esta gloriosa dimensión era común para David, cuando exclamaba: “En Dios solamente reposa mi alma, porque de él viene mi esperanza”. En mi experiencia he encontrado que muchas veces somos arrimados a esta realidad con el propósito de probar nuestra capacidad de dependencia. Las circunstancias difíciles, los problemas cotidianos, las pruebas y adversidades son como grandes tormentas que descienden sobre nuestras vidas con un propósito estratégico. Y aun cuando el reflejo natural sea encontrar fuentes de alivio inmediato, tratando de explorar otras opciones o planes B, es menester correr al lugar de intimidad y comunión con Dios para decirle resueltamente: ¡Solo tú eres mi Dios!
Nuestro Dios ama mostrarse a sí mismo interviniente y fuerte, en beneficio de aquellos que no tienen un plan B. ¡Démosle a Dios la opción primera! ¡Solo él tiene poder para transformar el agua en vino! Saludos y bendiciones en Cristo.