Escucho, veo y leo a varios vallenatos poniendo el grito en el cielo, supuestamente porque la ciudad está invadida de traquetos. La verdad me extraña, porque desde que yo tengo uso de razón me he dado cuenta que son muchos los de esta zona del país que les encanta comportarse como ellos; en los años setenta del siglo pasado La Guajira y el Cesar nadaban en dinero de la bonanza marimbera, nuestros músicos usaban camionetas regaladas por ellos, algunos vallenatos sin ser marimberos vestían como ellos, andaban armados, hablaban como ellos, se comportaban arrogantes como ellos, es decir, emulaban en todo a estos delincuentes.
Hace unos días fui a visitar en Valledupar a un amigo músico, me recibió en pantaloneta, pero con una pistola en las piernas y el ceño fruncido, yo me sentí en el lugar equivocado; parece que algunos músicos las armas, las camionetas de alta gama y los escoltas, los hace ser más famosos y de mayor estatus.
Algunos músicos que no han dado para pegar una canción en las emisoras, pero usted los ve en camionetas Lexus o Toyota Sahara, armados, con guardaespaldas y con mánager, uno se pregunta dónde o a quiénes es que le tocan, ya saben ustedes de donde sale la plata, ahora no es para pagar payola a locutores, sino para comprar ‘likes’ y seguidores en redes sociales.
En el pasado Festival Un Canto al Río de Valledupar, en el concurso de canto infantil se presentó una hermosa niña, excelente cantante de apenas 13 años de edad y al finalizar el concurso la mamá se me acercó y me preguntó que le aconsejaba para la vida artística de la niña, le dije, solo dos cosas: la primera, le recomiendo que estudie canto para repotenciar ese gran talento que tiene y, la segunda, que la siga vistiendo de esa manera y no caiga en el error de algunas, que piensan que entre más muestren sus cuerpos mayor es el éxito, lo que se necesita son buenas cantantes y mejor presencia escénica y para ello no se requiere presentarse semidesnudas en las tarimas.
La cultura del hampa nos rodea, en nuestra hermosa y rica región lo que tenemos es talento por montones, sin embargo, no ha sido posible erradicar de la mentalidad de gran parte del hombre caribe la fantochería y la “fartedad”.
Quién les dijo a nuestras mujeres cantantes que comportamientos grotescos y vestimenta vulgar les garantizaba el éxito o quién les dijo a los músicos varones que andar con narcos y usar extravagantes cadenas y relojes rolex los llevaba a ser más respetados por la sociedad a la que quieren conquistar con su música. Están equivocados de cabo a rabo y nuestra sociedad que les ha aplaudido y celebrado ese arribismo también está equivocada. Es hora de recapacitar, aunque sé que no es nada fácil.
Colofón: Este fin de semana Becerril del Campo realiza la versión 50 del Festival de la Paletilla y entre los homenajeados se encuentra un cantautor con una vida artística digna de resaltar, José Antonio Crespo Molina, lleva más de 40 años viviendo en Bogotá, le han grabado canciones en varios géneros musicales, nunca se le subieron los humos a la cabeza, decente, amable, humilde, un ser humano excepcional, ojalá el homenaje no sea solo por poner su nombre en el afiche. “Toño” Crespo, como le decimos sus amigos, se merece eso y hasta más.
Por: Jorge Naín Ruiz Ditta