El alcalde, Augusto Ramírez Uhía, hizo un pronunciamiento enérgico en contra del traslado de peligrosos delincuentes a la Penitenciaría de Alta y Mediana Seguridad de Valledupar, además se quejó por el hacinamiento cruel soportado por los presos recluidos en la cárcel Judicial ubicada en el barrio Dangond, que tiene una capacidad para 270 prisioneros y actualmente alberga mil doscientos ¡Qué barbaridad! Y lo más grave, sin solución a la vista.
Sin embargo, el presidente entrante, motivado por los líderes locales del partido Centro Democrático, podría mitigar esta calamitosa situación, si dejaran ‘La Tramacúa’ sólo para el encarcelamiento de los delincuentes condenados en Valledupar por homicidios, violaciones de niñas y niños, y demás delitos atroces, quedando la cárcel Judicial para castigar otras infracciones calificadas como menores.
Los pobladores del barrio Dangond, anhelan y, por tanto, múltiples veces han solicitado el cambio de la Judicial por un agradable parque, aunque es una petición loable, los altos índices delincuenciales de la ciudad no lo permiten, por ende, es otro problema social sin solución a la vista.
Hace poco tiempo, desde Medellín trasladaron a ‘La Tramacúa’ al indeseable ‘Popeye’, ahora por la fuerte queja de nuestro alcalde, de los 150 prisioneros que enviarían de esa ciudad, sólo llegarán cuatro de igual o peor calaña y detrás de ellos vendrán sus séquitos, conformados por familiares y lacayos entre cuyas consecuencias sobresale la intensificación de la inseguridad, por el incremento de chantajes conocidas como vacunas, provenientes de la penitenciaría o de cualquier sitio, los atracos callejeros y la práctica de otros delitos que ponen en riesgo la vida de los residentes en la ciudad de Valledupar y sus alrededores.
De veras, la situación de la gente en Valledupar es demasiado peligrosa, porque la fuerza pública y privada no es suficiente para garantizar seguridad. Por consiguiente, en varios sectores de la ciudad ya hay muchas casas encerradas, con alambrados eléctricos y videocámaras para evitar los robos. No obstante, a veces estas residencias son las preferidas por los delincuentes, para quienes en realidad no hay controles ni barreras que los detengan.
Si a lo anterior le agregamos, el posconflicto, la carencia de empleo, la inmigración de venezolanos y el anuncio del sometimiento de las bandas criminales, conocidas como bacrim, tendremos una vida azarosa por largo tiempo. Lo más grave es que durante ese período morirán muchas personas, inocentes la mayoría de ellas porque, lamentablemente, no hay soluciones a la vista.
Por José Romero Churio