Es titánica la labor de estructurar y hacer sostenible proyectos productivos para y por los excombatientes de las Farc. Es una tarea en que la ONU, otras organizaciones internacionales, el gobierno, a través de la Consejería de Estabilización y Consolidación, confluyen para que encuentren una oportunidad.
La actividad que desarrollaron durante años fue la militar, y si hacían otras tareas estaban en función logística, de suministro o en cualquier oficio para la confrontación armada y la preservación de la tropa. El compañero en medio de la jungla era un fusil, el sigilo, la soledad, el recelo y el pensamiento rígido. Se hacía todo en obedecimiento, en lugar de la libertad.
Eso cambia al ver el mundo urbano, y el fusil se cambia por el celular. La condición del nómada ahora es la del sedentario y se tiene la posibilidad de un proyecto de vida propio.
Con ese cuadro de prácticas y entorno de ayer, salir a venderse con su producción artesanal, textil o agropecuaria al mercado, exige el despliegue de creatividad, acompañamiento y resistencia. Otro tipo de resistencia: la del pequeño emprendedor- empresario que asume un trabajo y un riesgo en la idea, financiación, puesta en marcha, producción, comercialización y conquista de mercados, inicialmente siempre esquivos. Si para el emprendedor curtido y citadino nada le asegura el éxito, ahora vendría el extraño a ganar espacios. Situación aún más exigente en periodo de pandemia en la que abrirse en los negocios es heroico. Reinventándose confeccionan tapabocas.
La desconfianza frente a los que no son del grupo original se transforma en la confianza a los otros, en la búsqueda de reconocimiento y de entablar relaciones, en muchos aspectos y no solo el económico, con la ciudadanía, con el vecindario.
Es lamentable que ese proceso de generación de confianza de la sociedad hacia el excombatiente y de este también en su nuevo ámbito esté siendo desafiado por el nivel de asesinatos que se vienen presentando a nivel nacional contra los reincorporados. Estos se ven ahora tentados a mirar con desconfianza el mundo exterior.
Aunque el grueso de los alrededor de 13 mil guerrilleros decidieron, al insertarse en la civilidad, ir al campo o la ciudad de manera individual, una parte ha terminado en los llamados Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación,’ ETCR, como en Tierra Grata, en el Cesar o Pondores, en Guajira.
Sus residentes han creado nuevas poblaciones con sus servicios e impulsarán, como lo informamos antier, un proyecto de vivienda. Más que productivo es un proyecto de vida y de arraigo. Lo afirma Anna Pont, la representante de La Misión en la región de las Naciones Unidas, es un testimonio de la voluntad de paz del reincorporado. También sorprende que la población de Tierra Grata se haya duplicado en corto tiempo, y que hayan podido poco a poco y no con pocas incomprensiones adaptarse al entorno y a los pueblos vecinos. En eso ha contribuido su claro compromiso con la reconciliación y el respeto. El reincorporado respeta y también se gana el respeto en toda la región. Los acompañamos.