No cesa la violencia en el país. Muy a pesar que estamos viviendo tiempos difíciles, la pandemia, la violencia maldita sigue produciendo estragos a nivel nacional. Es sorprendente e inaudito que mientras el país político concentra su atención en un senador detenido, los actores de la violencia hacen de las suyas en determinados lugares de conflictos en el país no controlados; especialmente hechos macabros, relacionados con masacres. Las víctimas: niños, jóvenes, labriegos humildes.
Nos preguntamos: ¿Volvió de nuevo la violencia al país? Otro interrogante lo constituye el hecho de saber: ¿Quién es el ordenador de estos hechos antisociales y por qué? Definitivamente Colombia es el centro de la confrontación a nivel latinoamericano; un país donde representantes de la izquierda mantienen un cuadrilátero de confrontaciones constantes con la derecha.
Preguntamos: ¿Qué está pasando en Colombia? Un país donde se irrespeta al ciudadano desde la institucionalidad y se precipitan las acciones tenebrosas propias del narcotráfico, la corrupción. Mejor dicho, pobre país.
La pregunta es: ¿Qué hacer? Lo cierto es que todos los estamentos de la sociedad estamos comprometidos de hacer algo diferente para salvar al país. Se requiere con prontitud construir una verdadera reingeniería que comience desde casa a través del proceso curricular, donde los padres y el docente articulen acciones conducentes a los principios éticos y morales; a la sana convivencia y las buenas costumbres; hacer del colombiano un hombre no violento desde niño. Cimentar en la mente de cada ciudadano ejemplar de bien, donde el respeto y la cultura reinen por doquier. Es mentira que el colombiano lleva en su ADN la corrupción y la violencia, necesitamos un cambio estructural que proceda de la institucionalidad y la casa.
Los ministerios de Educación, Cultura y demás instancias, deben unirse en forma articulada para hacer realidad esta situación y no verla tan lejana. Como decía Rosseau: “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. Hagamos lo contrario, que sea la sociedad que amolde al ser humano y lo conduzca por sabios y prósperos caminos.
Realmente en Colombia hay mucho que cambiar, pero este cambio debe darse desde el individuo mismo para que así cambie la sociedad que es el propósito de este columnista. Es urgente y procedente extirpar el ser maligno que llevamos interiormente y que como tal surja un nuevo ambiente armónico, lleno de justicia y equidad social, es necesario que los grupos al margen de la ley, aporten algo de si para poner freno a tantos desmanes, derramamiento de sangre y violencia. Buscar, construir la paz es necesario. Intentémoslo. ¿Que nos cuesta? Que los frutos que produce la tierra colombiana no sean la coca y la marihuana. Que a futuro sean frutos: mujeres y hombres por montón.