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Simón Salas fue la filosofía del vallenato

La nostalgia hace parte de la misma vida, con ella podemos desarrollar pensamientos que resultan melancólicos y muchas razones encontradas como le ocurrió a Simón Salas Núñez, el mítico músico, compositor y acordeonero vallenato primo hermano del ‘Viejo’ Emiliano Zuleta Baquero y sobrino de la ‘Vieja’ Sara con quien conversé, en una finca donde vivió sus últimos años con su hijo mayor, Amar de Jesús Salas Rondón, en Chimichagua.

Simón Salas fue un hombre carismático, práctico y locuaz, un ser inigualable con quien uno gozaba de contento y felicidad aún a sus 93 años de edad, cuando lo conocí.
Amigo y parrandero en su juventud con mi padre Aquilino Cotes Calderón, con ‘Toño’ Salas, Juan Manuel Muegues, ‘Poncho’ Cotes y Rudecindo Daza Vega, con quienes recorrió El Plan, La Jagua, Manaure y La Paz, a lomo de mula, bebiendo ron Andino, chirrinche y Ron Caña.

Recuerdo las palabras de Simón Salas cuando me despedí de él, me dijo que se quedaba solitario recordando a sus amigos de antaño o añorando las parrandas con Andrés Becerra en El Plan, las peleas con la ‘Vieja’ Sara y el resentimiento con ella porque dijo que era embustero por el ofrecimiento que le hizo una tarde a ‘La Maye’, esposa de Rafael Escalona, de unos pollos para un sancocho, promesa que nunca se cumplió porque se fue para la Sierra Montaña y se encerró en su finca La Quinta.

“Una señora del poblado y que se fue / a indisponerme con Rafael allá en el valle / seguramente que necesitaba un traje / por la llegada una tacita de café”, dice la canción.
A Simón le dolió la soberbia de su tía Sara y la forma como lo indispuso con Escalona.
En ese encuentro que tuve con Simón Salas el 9 de noviembre del 2014, también narró y cantó muchas de sus canciones. Dijo que Escalona lo inmortalizó con su canción ‘El Compadre Simón’.

Quedan sus versos, canciones y anécdotas, porque el domingo 16 de diciembre falleció, a sus 97 años.

Simón había nacido en la finca “Paredone”, sábado tres de abril de 1922, a las siete de la noche. La finca era de su abuela Inocenta Salas y estaba cerca de La Jagua del Pilar, La Guajira.

En su trajinar por los pueblos del Cesar y La Guajira tuvo 15 hijos: 11 varones y cuatro hembras, con varias mujeres. “La vejez me la he pasado con mi hijo Amar, ese hijo para mí ha sido un padre y su esposa una madre. Yo llegué en un mal estado, yo me la paso por aquí, no me falta nada. Tengo mis cosas que me ha comprado mi hijo, mi ropa buena para salir, pero aquí en la casa estoy de cualquier manera como me ha encontrado usted”, dijo.

Estaba ciego por problemas de glaucoma y se la pasaba caminando por la finca, muchas veces cantando, con un bastón que él mismo hizo con una rama del palo de guayaba.
Al despedirme de este fabuloso hombre de la música vallenata que siempre quise conocer me prometió que iba a regresar a El Plan, a La Jagua y a Manaure, para recordar los guisos sabrosos que hacía Rosario Ramírez Mieles (mi abuela), pero no cumplió.

Simón Salas dejó un legado musical y de hombre carismático, de esos seres que provocan sentimientos, paradigmas y sobre todo música, aunque muchos usufructuaron de sus canciones y sus melodías. Ha muerto el cultor campesino, quien logró matizar sus quehaceres cotidianos con la música, un verdadero filosofo cantautor. Paz en su tumba. Hasta la próxima semana.

tiochiro@hotmail.com @tiochiro.

Por Aquilino Cotes Zuleta

 

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