La nostalgia hace parte de la misma vida, porque con ella podemos desarrollar muchos pensamientos que resultan melancólicos y muchas razones encontradas como le está ocurriendo ahora a Simón Salas Núñez, el mítico músico, compositor y acordeonero vallenato primo hermano del ‘Viejo’ Emiliano Zuleta Baquero y sobrino de la ‘Vieja’ Sara con quien conversé, en una finca donde vive con su hijo Amar de Jesús Salas Rondón.
Simón sí que sabe de tristezas: cuando llegué le di un fuerte abrazo y también le di gracias a Dios por permitirme conocer a este hombre tan carismático, práctico y locuaz, un ser inigualable con quien uno goza de contento y felicidad aún a sus 93 años de edad.
Amigo y parrandero en su juventud de mi padre Aquilino Cotes Calderón, al igual que ‘Toño’ Salas, Juan Manuel Muegues y de titanes del folclor como ‘Poncho’ Cotes Querúz (el hombre más magnánimo de toda la región) y Rudecindo Daza Vega, este último el compadre más querido y solicitado del ‘Viejo’ Emiliano Zuleta Baquero con quien recorrió El Plan, La Jagua, Villanueva y La Paz, a lomo de mula, bebiendo ron Andino, chirrinche y Ron Caña.
Retumban aún en mis oídos las palabras de Simón Salas cuando me despedí de él, me dijo que se quedaba solo recordando a sus amigos de antaño o añorando las parrandas con Andrés Becerra en El Plan, las peleas con la ‘Vieja’ Sara y el resentimiento con ella porque dijo que era embustero por el ofrecimiento que le hizo una tarde a ‘La Maye’, esposa de Rafael Escalona Martínez, de unos pollos para un sancocho, promesa que nunca se cumplió porque se fue para la Sierra Montaña y se encerró en su finca La Quinta.
“Una señora del poblado y que se fue / a indisponerme con Rafael allá en el valle / seguramente que necesitaba un traje / por la llegada una tacita de café”.
A Simón le duele aún la soberbia de su tía Sara y la forma como trató de indisponerlo con Escalona; pero también siente que a él la música le ha dejado solo muchos recuerdos inolvidables. Mientras que otros como Escalona, Alfredo Gutiérrez, Luis Enrique Martínez y su querido primo Emilianito usufructuaron sus melodías y cantos y obtuvieron ganancias en pesos, y dadivas por montones.
Me narró y cantó muchas de sus canciones. Habló de la melodía y los versos que le hizo a un animalito que después supo que era un Jerre Jerre, una noche que iba de la finca en donde trabajaba hacia Manaure, a visitar a su enamorada Celina Campo.
Hace aproximadamente 60 años salió de El Plan y hoy está en una finca de Chimichagua, usa un bastón porque hace cuatro años quedó ciego y está un poco sordo, pero su memoria está ahí, recuerda cada verso y cada parranda. Tiene un acordeón nuevo que le regaló hace poco el investigador folclorista Julio Oñate Martínez, pero no le ha puesto la mano.
Al despedirme de este juglar de la música vallenata que siempre quise conocer me prometió que este año regresará a El Plan e irá a Villanueva y a La Jagua, y a Manaure, para recordar los guisos sabrosos que hacía Rosario Ramírez Mieles (mi abuela). Ojala así sea.
Hasta la próxima semana.