El ser humano no es infalible y en torno a él es imposible que los criterios de la gente sea favorable en forma unánime, pues siempre surgirán elementos que a lo mejor sin mala fe, pero tratando de hacerse notar, terminan poniendo en tela de juicio la conducta e imagen de alguna figura, que si bien ha ganado fama y prestigio artístico, en ningún momento ha sido por pequeños errores y tropiezos en los comienzos de su carrera, sino por su talento, por la obra que realiza, por los cambios que introduce y por el legado que deja a nuestra historia y a futuras generaciones de artistas.
Es el caso de Silvestre Dangond, a quien en los días santos cuando es sabido de todos que sus sinceras actitudes son las de agradar a Dios, de manera injusta y malsana se han hecho rodar en las tales redes sociales, algunas confusas imágenes que mal interpretadas inútilmente podrán enlodar el nombre de un artista respetable que hoy es orgullo de la cultura musical colombiana.
Es válido que haya libertad de cuestionar y criticar a un artista, hombre público, o ídolo popular, pero siempre debe hacerse con seriedad de manera equilibrada y coherente, pues de lo contrario esto quedará en los linderos del chisme mal intencionado.
El juzgar a una persona por sus defectos y tropiezos no trasciende en la vida de un artista, pues es esto ajeno a lo que debe cuestionársele, cómo es su obra, la que finalmente siempre termina imponiéndose cuando está pincelada por la calidad y el talento. O podemos acaso dudar que el Benny Moré sigue siendo una gloria musical de Cuba, a pesar de la cirrosis que tempranamente le quitó la vida, o que José Alfredo Jiménez con su vida bohemia y trasnochada es la columna vertebral de la canción ranchera, o que Diomedes Díaz por encima de sus errores, libertinaje y desapego por la vida sigue siendo ‘El Cacique’ de la composición y el canto vallenato, o que el Joe Arroyo fue alegría vital del alma caribeña, no obstante vivir con el acelerador a fondo ignorando en qué momento pudo aplicar el freno salvador, o que a pesar del mortífero sida que destruyó su organismo Héctor Lavoe será siempre en el mundo de la salsa “el cantante de los cantantes”.
Normalmente cuando muere un ídolo del canto popular sus detractores los someten a una especie de purgatorio en lo personal, que la gente va equilibrando y finalmente termina imponiéndose la importancia de su obra que es lo que le da el verdadero valor.
Cuando un árbol bien sembrado se estremece, sólo caen las hojas que están secas, las buenas quedan en el tronco, que erguido sigue dando su sombra y ofreciendo sus frutos.
Adelante Silvestre, camina como bien lo puedes hacer ahora, con la frente en alto.