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Siguiéndole el hilo a la COP16

Transcurridos los primeros días del desarrollo de la COP16, en Cali, son muchas las noticias y temas derivados de este evento ambiental que no solo a Colombia, como país, le debe interesar, sino también a regiones como el Cesar, en razón al impacto que se genera en nuestro medio ambiente y dinámica de vida.

Gobernantes y políticos, comunidades, organizaciones ambientales y sociedad civil del Cesar, han de estar atentos y hacerle seguimiento a lo discutido y acordado en esta cumbre. Los contenidos, cifras, estrategias, compromisos, oportunidades, nuevas perspectivas que ayuden a asimilar la magnitud real del fenómeno ambiental en el mundo, y cómo estos inciden en nuestra gente, no se pueden perder de vista.

Se debe estudiar a fondo el Plan de Acción de Biodiversidad, presentado este lunes por el Gobierno nacional, para aumentar en el 2030 el territorio que se encuentra bajo medidas de protección, del 24 al 34 %. Desde esta semana Colombia comenzó a integrar la lista de 33 países del mundo que han publicado sus Estrategias y Planes Nacionales sobre Biodiversidad, NBSAP. Revisemos qué acciones específicas para regiones como el Cesar están contempladas en ese documento. Sería bueno mirar cómo, desde las regiones en Colombia, se va a cumplir con las metas del marco global.

Ese plan definió cuatro apuestas estratégicas y seis metas que incluyen, además del territorio continental, pasar a un 34 % de la parte oceánica protegida, actualmente en el 30 %. Para lograr lo propuesto se contemplan 191 acciones, entre ellas, la inclusión de “un renglón económico nuevo en la bioeconomía, que hoy representa solo el 0,8 % del PIB, así como el objetivo de una disminución de, por lo menos, el 50 % en los niveles de tráfico de fauna y la afectación por delitos ambientales (…) mirar hacia la producción de otro tipo de agricultura, que tiene que ver con la agroecología” y nuevas economías regionales para “ir regenerando la naturaleza a la vez que hacemos economía”, asegura la ministra Susana Muhamad.

Otra meta preestablecida es la reconversión productiva y restauración ecológica de cinco millones de hectáreas relacionadas con las cuencas hidrográficas, áreas y suelos degradados.

La apuesta es ambiciosa, la cual requerirá una inversión de 76,5 billones de pesos, equivalentes a unos 17.850 millones de dólares al 2030 que provendrán de fuentes públicas, privadas y de cooperación internacional. Démosle bienvenida.

En el Cesar hay varios proyectos pendientes, algunos de grupos ambientales, de nuestros gobiernos, y de Corpocesar. Tampoco debemos perder el norte, de realizar, para que en la próxima década estén en servicio, con la socialización y consulta pertinentes, los macroproyectos de recuperación hídrica ambiental en nuestros emblemáticos ríos Guatapurí y Cesar, como el embalse, que, entre otros, regula el caudal almacenando agua para su uso en el verano; el extenso Malecón -que recupera bosque en la margen derecha que atraviesa la ciudad- y la planta de aguas residuales, PTAR que las descontamina abajo del Salguero.

Pero ojo… Ya sabemos que declarar más zonas de protección ambiental, para quedar bien, o cumplir una meta, no sirve para gran cosa, sin presencia estatal, administración, recursos y garantías de seguridad, como se está viendo con nuestros parques nacionales y regionales. Es más, genera conflictos con campesinos y mineros, principalmente, como sucede estos días en las protestas y bloqueos en el país.

No deben usarse tampoco para vedar con exageración la exploración y producción legal de minerales estratégicos del futuro -caso del cobre en Cesar y Guajira- vitales para la transición energética, que pregona el gobierno nacional.

Categories: Editorial
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