Como en el canto de Rafael Escalona, La Patillalera, “yo había resuelto no hacer más cantos, desde el suceso del Jerre Jerre, porque Sabita me demandó, pero a veces ocurren cosas como a las que a Juana le sucedió”. Eso me pasó cuando comenté con el corte de un árbol por parte de unas amigas de mis entrañas, quienes ofuscadas dijeron “con amigos así, para que enemigos”, me dolió; otro me llamó y me preguntó que por qué yo era enemigo de su hijo, dueño de un famoso restaurante ubicado en la carrera 11, todo porque en alguna oportunidad manifesté que esa vía estaba y está inmunda por la cantidad de comida y desperdicios podridos que botan los restaurantes, que los perros, gatos, palomas e indigentes hurgaban y regaban en el piso, cuando solo quería que utilizaran unas bolsas más fuertes; cuando afirmo que las calles y carreras de esta ciudad, al igual que los bordillos y andenes de los bulevares están horribles, me declaran enemigo de la Administración Municipal, cuando es lo contrario, pues trato es de colaborarle a mi amigo Ernesto Orozco para que salga feliz y victorioso en la administración de este Municipio, por eso voté por él y colaboré en algo para que fuese elegido; si digo algo y seguiré diciéndolo, sobre las arbitrarias señales de tránsito instaladas a la topatolondra, sin estudios y sin soporte de una Providencia Administrativa, apoyadas por una camioneta móvil que le llaman “La Bruja”, tomando fotos que se convierten en multas. Parece que fueron tinosos en enterrar esas señales en sitio equivocado como La Casita de Davivienda; cuando afirmo que la carretera del Cruce al Alto de la Vuelta pasando por Las Raíces está en un estado deplorable, ya soy enemigo del Gobierno Departamental, cuando lo que quiero es que la arreglen y se luzca la señora gobernadora Elvia Milena Sanjuán Dávila.
Pero bueno, a pesar de todas esas vainas hay situaciones que me sacan de quicio y me obligan a tirarme otros enemigos si así interpretan la desinteresada colaboración por la que lo hago. Voy al grano: son insoportables y nunca antes sentidas las altas temperaturas que nos agobian y a pesar de ello, ¡increíble y aterrador!, todos los días la ciudadanía contribuye para que haya más calor y los recibos de la luz sean impagables, pues han tomado la costumbre de cortar los árboles, envenenarlos o quemarlos para secarlos y así como Corpocesar, leo hoy en EL PILÓN, ha destinado unas personas para que verifiquen los sitios donde se produce mayor ruido, también debe de hacerlo para que vean la cantidad de troncos y esqueletos de árboles existentes en la ciudad y verificar si para hacerlo gozaron del respectivo permiso, así como también darse cuenta de los que han talado en forma inmisericorde a machete, hacha o motosierra, tal como se puede ver en todas partes de la ciudad, incluyendo los Conjuntos Cerrados, como El Rosas del Ateneo, donde resido, cuya arborización era envidiable, ya que se había formado un túnel verde que era el deleite y sorpresa de quienes nos visitaban; eso se acabó, los árboles fueron mutilados, no motilados, a excepción del mío y el del doctor Leovedis Martínez. Que friega, otros enemigos que me echo encima, comenzando por el atrevido de mi cuñado Rodrigo Morón Cuello y mi estimada parienta Herlinda Zarquis de Aroca.
Señores de Corpocesar será qué todos esos árboles que han sido eliminados a lo largo y ancho de la ciudad, ahí están los troncos de unos y los esqueletos de otros, obtuvieron el permiso respectivo para hacerlo o lo hicieron porque les dio la gana. Averígüelo Vargas, en esa materia aquí todo el mundo hace lo que le da la gana, tal como lo hizo en estos días el Banco AV Villas en la carrera 12 con calle 12 que masacró 7 árboles que refrescaban con su sombra ese lugar y si no nos avispamos les echan veneno para secarlos. Por eso y sin importarme que me eche otros, no enemigos sino malquerientes, sigo con esta jodedera.
En esta ciudad, los parqueaderos viven llenos y para rematar algunos propietarios de negocios comerciales creen que los frentes son de ellos y les mandan a poner cadenas. Sería bueno que la Alcaldía interviniera y levantara esos obstáculos, pues el espacio público es de todos.
Por: José Manuel Aponte Martínez.