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Si es tan simple, ¿por qué resulta tan complicado?

El Derecho del Consumidor de Vehículos se ha vuelto una rama especializada del frondoso árbol del derecho del consumidor, que por sus particulares características es clase aparte cuando se habla del sistema  de Protección del Consumidor que  tenemos en Colombia, que es la envidia del mundo.

Dos  derechos priman en el  sistema de  Protección del Consumidor:   tiene derecho a que no le echen cuentos cuando en la Vitrina de Ventas el Asesor Comercial del concesionario  negocie con él el vehículo nuevo, y que cuando el vehículo presente defectos de  calidad, idoneidad, seguridad o diseño, tanto el concesionario como la marca actuarán en forma responsable, cambiando el vehículo por uno que no sea defectuoso, devolviéndole el dinero al comprador, o reparando lo que no han querido reparar, todo ello en cumplimiento de la garantía que dieron sobre el producto que pusieron en el mercado.

Con cierta frecuencia vemos en los periódicos, la radio o la televisión, e incluso en la página de la Superintendencia de Industria y Comercio que se conoce como www.sic.gov.co, que salen a la luz pública los pecados de las marcas o concesionarios relacionados con la calidad o el diseño de los vehículos, pero poco o nada se habla del otro derecho del consumidor: que no le echen cuentos chinos cuando se le ofrezca el producto, pues la información que en ese momento le dé el Asesor Comercial debe  ser  clara, comprensible, veraz, verificable, precisa, idónea, suficiente y oportuna, o sino… estas en problemas.

Esto que parece tan sencillo se vuelve más complicado si tenemos en cuenta que la SIC es como un portaviones, que cuenta con una fuerza naval (los jueces de la Delegatura para la Función Jurisdiccional, vestidos de negro como los barco de guerra), un ejército de tierra (los funcionarios  de Metrología, cayéndole  a las gasolineras para ver que no están tumbando a los clientes en la medida del combustible,   o a los operadores para ver que el servicio de celular se preste en los términos que  el consumidor contrató),  y una aviación bien aperada (la Delegatura para la Protección del Consumidor, que investiga a los productores y  proveedores, y si los pilla en malos pasos descarga sobre ellos fuego del cielo, en forma de multas, y a veces con cierre del establecimiento.

A su vez,  los Jueces Civiles del Circuito de Bogotá (que remplazan a todo los Jueces Civiles Municipales del país), y los Magistrados del Tribunal Superior de Bogotá (que remplazan a los Jueces  del Circuito), están demostrando en sus fallos que por fin entienden  cómo funciona y cómo debe funcionar el sistema de Protección del Consumidor en el campo de los vehículos,  y nos dan lecciones al respecto.
Entonces,  si es tan simple, ¿por qué resulta tan complicado?

Por Rodrigo Bueno Vásquez

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