Aunque son muchos los partidos políticos que aún no han definido los nombres de los candidatos con los que participarán en las elecciones de octubre para escoger a alcaldes, gobernadores, concejales, diputados y ediles, son muchas las propagandas y anuncios publicitarios que circulan desde ya, pegados en afiches y calcomanías en los vehículos; así mismo en pendones y murales, tratando de difundir el nombre del posible aspirante, utilizando frases rebuscadas y sin sentido, solo con la idea de resaltar las letras iniciales de los nombres y apellidos de los candidatos, lo que me parece una salida en falso y un desacierto de los publicistas.
Casos como el mensaje difundido por el actual gobernador en campaña quien utilizó una parte del apellido “Salvo” y que hoy es eslogan de su gobierno “el Cesar a Salvo”, me parecen absurdos y todo un desacierto, porque a pocos meses de terminar su mandato son muchas cosas las que no están a Salvo y por el contrario necesitan ser rescatadas y darles los primeros auxilios.
Pueda ser que esta pésima idea no la vaya a tomar el ahora candidato a la Gobernación Franco Ovalle, y resulte diciendo en sus anuncios publicitarios que va ser “Franco con el Cesar”, porque no quiero ni pensarlo; sería algo así como un chiste de mal gusto; pues resulta difícil de creer que en nuestro país existan políticos francos de verdad, temo que pasaría algo así como le ocurrió a Diógenes en Atenas, que pese a que encendía una lámpara a plena luz del día para encontrar hombres honestos no los encontró; de igual manera aquí en Colombia no vamos a encontrar políticos francos y sinceros, aun si no se oculta el sol.
Está bien que los publicistas sean creativos a la hora de hacer su trabajo, pero no es lo mismo promocionar la venta de un champú para piojos o una crema dental blanqueadora que el nombre de un candidato. No debemos perder de vista que la propaganda política es una técnica de persuasión social destinada a lograr en los electores determinadas formas de pensar o de actuar o, al menos, influir sobre ellas.
La propaganda o publicidad política por lo menos debe llevar un mensaje capaz de influir en el sistema de valores del ciudadano y en su conducta y parte de ese mensaje debe contener un discurso persuasivo a tono con los planteamientos de gobierno que se propone, pero no construir discurso político ni promesas de gobierno a partir de la ocurrencia de un simple nombre o un apellido; pienso que esto no es nada serio. De tener fundamento esta apreciación el presidente Santos y Angelino Garzón hubiesen vendido sus apellidos y nombres en sus campañas bajo el epígrafe de santidad y muy seguramente en Colombia todos los sectores sociales estuvieran santificados y angelicales o en Bogotá al alcalde Gustavo Petro, le Gustaría a toda la sociedad capitalina y no hubiera sido tan perseguido.