Si Jesús se le diera por venir a la tierra por estos días, muy seguramente correría la misma suerte de lo que le pasó por allá en la Palestina del siglo I bajo el mandato de Herodes, puesto que es casi un hecho que lo volverían a matar, y no precisamente en la cruz, sino con una bomba de fósforo o por un misil disparado desde un avión caza, es decir, nada de lo que dijo que hicieran lo hemos hecho y muy por el contrario cada día el ser humano interpretó que lo que había que hacer era “odiarnos los unos a los otros” y esos mismos que lo azotaron, lo escupieron, y lo martirizaron en la cruz siguen con el demonio adentro sembrando odios y tristezas en sus semejantes.
No quiero volver esta columna una discusión religiosa ni mucho menos herir susceptibilidades con algo tan sagrado como las creencias, especialmente, porque contamos con la libertad y la garantía de creer en lo que queramos, equivocados o acertados, pero tenemos esa libertad y debemos tolerar al que cree como al que no; sin embargo, son más los que practican todo lo contrario a lo que la figura del Cristo dejó como mandamiento que los que cumplen éste; noten como nunca en toda la historia había habido tanta proliferación de creencias y religiones, de hecho podríamos decir sin temor a caer en la exageración que por lo menos en la mayoría de los países de Latinoamérica existe una iglesia en cada esquina y eso solo nos indica una cosa, existe un arraigo profundo a creer en Dios al menos desde la simbología, pero ¿por qué a pesar de esa enorme devoción por lo espiritual y por profesarle al hijo de Dios amor y devoción el mundo está cada vez peor?
La respuesta podría tener múltiples aristas como interpretaciones posibles, sin embargo, me arriesgaré a dar la mía; insisto, con una altísima probabilidad de estar errado y diciendo un completo disparate a la luz de los que se abrogaron el derecho de ser dueños de la verdad absoluta; empecemos por decir que esos mismos que mataron a Jesús siguen siendo los mismos a través de toda la historia y precisamente por haberlos desenmascarado fue lo que le costó la vida, ojo que estoy hablando del hombre, del predicador y del líder que era Jesús.
Para los que han leído las escrituras, recordarán que en uno de sus pasajes relata que Jesús llegó a la sinagoga y encontró que estaba atiborrada de mercancías, animales y llena de mercaderes que usaban el templo como una plaza de mercado, relata el evangelista que entró en cólera y los azotó echándolos fuera del templo exigiéndole que respetaran la casa de su padre, ésta fue una de las muchas acciones que disgustó a los sacerdotes judíos y a las autoridades de la provincia de Galilea, tengamos en cuenta que algunos de ellos formaban parte del poderoso Sanedrín y quienes fueron los que lo entregaron a Poncio Pilatos y viceversa, al final en una especie de ruleta de la suerte pusieron al pueblo a que eligiera entre un ladrón y el hombre mas grande de la historia; como siempre, el pueblo hizo lo que sabe hacer, elegir al ladrón.
En el sentido más práctico, la interpretación de este pasaje de Jesús azotando y echando fuera a los mercaderes, si lo traemos a nuestros días, no es otra que el enorme desprestigio al que han arrastrado algunos líderes evangélicos al mercantilizar la fe, un ejemplo de ello son las congregaciones que han instituido la doctrina de la prosperidad y bajo ésta la manera más burda de robarle a sus seguidores; pero no solo eso, sino la tentación que no pudieron soportar algunos de sus líderes de vincularse al mundo de la política, y me refiero no precisamente al arte de gobernar sino a las prácticas detestables que rodean ese mundo.
Si Cristo viene se va a encontrar con un mundo hostil, degenerado en todas sus formas, además que no podrá ir a visitar la tierra donde nació y vivió porque la va a encontrar destruida y saqueada y el que dice llamarse el pueblo de Dios, hoy está lleno de odio masacrando a mujeres, niños y ancianos; por eso, Jesús no bajes, quédate allá arriba.
Eloy Gutiérrez Anaya