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Shalom

El domingo pasado aterricé en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, capital de Israel. Estaré aquí por 3 semanas, para conocer el país y su cultura y participar del Congreso Internacional de Educadores ofrecido por el Keren Kayemeth Leisrael -KKL-.

Una vez llegué al aeropuerto, moderno y de diseño impactante, tomé el tren a Jerusalén. Tel Aviv se ve moderna, tiene parte en la playa, edificios enormes y una infraestructura envidiable. Es clarísimo que es el centro financiero de Israel. Aunque no estuve mucho tiempo ahí, pude verla desde el avión y es realmente impactante. Pronto estaré de regreso por unos días. 

En menos de 20 minutos estaba abandonando el vagón en la estación central de esta ciudad que es sagrada para muchos credos. Luego tomé el tranvía -idéntico a los europeos-, y en la primera parada me bajé y caminé 5 minutos al hotel. 

La ciudad es muy clara, está construida en piedra local de Jerusalén por imposición de leyes locales. De alguna manera el color de la ciudad me recuerda otro gran destino que visité por una semana en 2010: Malta. La claridad de las construcciones ilumina la ciudad y le da una sensación de amplitud, es evidente que Jerusalén está bien planeada y ha sido diseñada de manera organizada. La ciudad antigua, donde se encuentra el Kotel -Muro de las Lamentaciones-, está llena de callejones y calles angostas por las que caminan miles y miles de personas todos los días. 

Entrar por la puerta de la muralla fue muy emocionante, es hasta ese momento que uno asimila que realmente se encuentra en tan importante lugar.

Ya en el Kotel pude acercarme y tocar la pared, rezar por los míos, por mis amigos, por esta Colombia que requiere de la misericordia de Dios. No me fue difícil llorar, la atmósfera es muy especial, se pueden sentir el respeto y el recogimiento de la gente allí congregada. Había militares armados por todos lados, pasamos nuestros morrales por detectores de metales y escáneres que dan seguridad en momentos tan turbulentos. 

De hecho, mientras entrábamos a la ciudad antigua, en Tel Aviv un personaje conducía un carro que subió al andén y atropelló a varias personas que caminaban por un lugar céntrico y muy popular. Dejó varios heridos graves y poco tiempo después el conductor fue abatido por las autoridades. 

En Israel es común que quien atenta contra la comunidad es reducido muy rápidamente por las fuerzas de seguridad. Precisamente durante este viaje a Israel, estamos ante la ofensiva militar más fuerte de los últimos 20 años. Israel ha bombardeado varios lugares de la ciudad de Yenín, ubicada en Cisjordania, lo que hacía muy posible la ocurrencia de atentados terroristas en suelo israelí. Hay que tener cuidado y estar pendientes de las noticias para tomar precauciones.

El jueves tuve la oportunidad de visitar el edificio del Parlamento de Israel, la Knéset. Fue una experiencia increíble, de la mano de Martí, un argentino que vive en Israel hace 2 años y nos prestó los servicios de guía. Estuvimos en el gran salón del plenario, que simbólicamente tiene las sillas ubicadas en forma de Menorah, el candelabro judío de 7 lámparas. Es un salón enorme, asistido por la mayor tecnología, resguardado por una seguridad increíble, donde se toman las más importantes decisiones del estado de Israel, cuyo sistema de gobierno es el parlamentarismo. Así las cosas, la elección de quien dirige el poder ejecutivo depende directamente del legislativo y se debe a éste. La Knéset cuenta con 120 parlamentarios, elegidos por circunscripción nacional para periodos de 4 años -a menos de que deban adelantarse elecciones como ha sucedido en los últimos años-, y en la actualidad es liderado por Amir Ohana del partido Likud, el mismo del primer ministro Benjamín Netanyahu. A la mayoría se llega con el apoyo de 61 parlamentarios. Luego nos llevaron a conocer una de las comisiones permanentes, donde nos explicaron cómo funcionan allí las discusiones y nos explicaron el proceso de aprobación de las leyes. 

Esto es otro mundo.

Mientras tanto, lamentamos lo de Oscar Iván Zuluaga: ¡a responder se dijo!

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Jorge Eduardo Ávila: