El Acuerdo de Paz de 2016 entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) puso fin a una guerra civil de más de cinco décadas. Sin embargo, el país sigue lejos de la pacificación.
El conflicto y la violencia continúan, alimentados por el narcotráfico y la confrontación entre una compleja participación de actores, incluida la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), los grupos disidentes de las FARC y los exgrupos paramilitares convertidos en carteles de drogas.
Oficialmente desde 1975 los diferentes gobiernos colombianos llevaron a cabo rondas de negociaciones con las FARC-EP y el ELN. En cada una de ellas establecieron puntos en común, pero hasta antes del 24 de noviembre de 2016, ninguno de esos encuentros había arrojado avances sustantivos que permitieran el fin del conflicto armado.
Las negociaciones no se pueden considerar como un armisticio entre iguales, en la cual las partes representan porciones significativas de la población. Una negociación trata de buscar acuerdos con quienes tomaron las armas contra el Estado. Las guerrillas representan un alzamiento armado contra el orden político establecido. Es un proceso de larga data por eso le ha correspondido al Gobierno colombiano crear espacios donde se debatan las propuestas políticas.
El presidente Alfonso López Michelsen, tras los resultados de Operación Anorí, adelantó los primeros acercamientos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). El encuentro se programó en Barrancabermeja en el departamento de Santander, en donde se entregarían aproximadamente 200 hombres tras el paro de operaciones militares en la zona. El ELN nunca se presentó en la zona y arguyeron que las operaciones militares no habían sido suspendidas por órdenes del Comandante de las Fuerzas Armadas, el general Álvaro Valencia, por lo cual su desplazamiento había sido imposible.
Durante el gobierno del presidente Gaviria se logró por primera vez que el ELN se sentara en una mesa de negociación. En 1992 se llegó a establecer una agenda de 10 puntos con el Gobierno en las conversaciones en Tlaxcala, México. A pesar de la esperanza que suscitaba este proceso, las conversaciones fueron finalmente suspendidas en mayo de 1993 tras el secuestro y muerte en cautiverio del exministro de Defensa, Argelino Durán, por parte del EPL.
Ernesto Samper adelantó el proceso de negociación más importante hasta el momento con la guerrilla del ELN, en las “Conversaciones de Maguncia”, que concluyeron en 1998 con la firma de un preacuerdo en Madrid, España, que no se concretó debido a que se infiltró en la prensa.
Andrés Pastrana también intentó contactos con el ELN. En 1999 se concretó el “despeje” de la zona, se convocó a los gobiernos de Noruega, España, Suiza, Francia y Cuba, y se creó la Comisión Facilitadora Civil para los diálogos con el ELN. A pesar de todos estos esfuerzos la intención fue infructuosa debido a movilizaciones de población, aparentemente impulsadas por grupos paramilitares
En el gobierno del expresidente Álvaro Uribe surgió un Acuerdo Base con una hoja de ruta para el diálogo. En este acuerdo se contemplaron temas como el cese al fuego, liberación de presos, y desminado; participación de la sociedad civil y Convención Nacional; participación de la Comunidad Internacional; financiación del proceso; entre otros. Este intento, también fue infructuoso.
En cerca de 50 años diferentes gobiernos cada uno con su propia ruta intentaron concertar un acuerdo de paz con el ELN. Todos infelizmente con la frustración
La búsqueda de la paz es un propósito indeclinable. Sin embargo, la negociación generosa no debe mutar en una serpiente ponzoñosa ni en hechos violentos como el ocurrido en la zona rural del municipio de El Carmen, Norte de Santander, que cobró la vida de nueve soldados. El ELN debe honrar las condiciones del proceso y el Estado imponer su autoridad, sobre todo, cuando la insurgencia lastima la confianza. @LuchoDiaz12
Por Luis Elquis Díaz