En esta semana presencié varias peleas callejeras. Cada vez son más frecuentes las peleas entre conductores, los mototaxistas ni se mencionen, estos sí que son peligrosos, cajeros de bancos o parejas, que comienzan por un problema trivial y terminan en amenazas o en actos violentos.
En un alto porcentaje de casos, el disparador de estas grescas es la ira, un mal que afecta a buena parte de los vallenatos, así sus víctimas lo quieran ocultar, tal como les sucede a quienes padecen de adicción al alcohol.
La ira puede ser consecuencia de haber sufrido un golpe en la cabeza, o producto de alteraciones a nivel cerebral. Pero también puede ser aprendida, es decir, ser el resultado del ejemplo que los hijos reciban de los padres o de los adultos en su entorno.
Aunque lo más recomendable en estos casos es consultar con un profesional de la salud.
Tengo algunos amigos que sufren de ira y quiero recomendarles lo siguiente: Primero: Tómese un tiempo para pensar con objetividad, y aclare si está enfurecido por la situación que está viviendo, o está llevando los problemas del trabajo a su casa o viceversa. Segundo: Evite tomarse las críticas como un ataque personal; y tercero: Procure ponerse en los zapatos de otro, recuerde que lo más natural en los seres humanos es equivocarnos.
Y como es mi costumbre, trataré otros temitas: Y me refiero a la televisión que ven los niños. Ya es vieja la discusión, aunque siempre de actualidad, acerca del influjo que la televisión ejerce en el comportamiento, actitudes y formación de los niños. ¿Contribuye la llamada Programación Infantil a crear nuevos ciudadanos, nuevos líderes preparados para asumir con acierto la conducción del país cuando les llegue el momento de hacerlo? Quizá sea exagerado echar sobre los hombros de la televisión el peso de la responsabilidad del fracaso, o todo el mérito del éxito de las generaciones que hoy viven su infancia. La televisión es sólo uno entre los varios factores que influyen en la educación de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes, y su importancia depende mucho del conocimiento que sobre los niños tengan los encargados de elaborar la programación de las “franjas u horarios infantiles”.
La televisión que ven los niños no es muy diferente de la que ven los niños del resto del mundo, debido a la globalización; pero sí necesitamos producir programas originales, atractivos, que le inculquen a la niñez el sentido de pertenencia y de responsabilidad con su país, y con ella misma, y que cumplan con un compromiso social más decidido y evidente con su fundamental papel educador. El caso de los modernos celulares es historia aparte.
Sigo insistiendo en varias cositas, por ejemplo, sobre los vendedores ambulantes siguen produciendo toneladas de basura en sus “sitios de trabajo”. Lo mínimo que esperamos los vallenatos es no tener que salir a barrer las calles y andenes. Son incontables los niños vendedores o son usados para pedir limosna. ¿Dónde está la autoridad? Siguen los espectáculos callejeros en todas las esquinas de fuego, pirámides humanas y cuchillos. ¿Dónde está la autoridad para proteger a los ciudadanos? Esto sin mencionar los expendios de drogas y bandas dedicadas al robo y finalmente, me refiero a lo “social”, pienso que debemos generar mecanismos de cambio reales en las sociedades, que beneficien a todos. No repartir mercaditos, un par de casas y camisetas (esto va pa’ los políticos).
POSTDATA: Felicitación al joven empresario vallenato José Jorge Dangond Castro con su vinculación al gobierno del Presidente Santos. Muy merecido.
Por Alberto Herazo Palmera