“El hombre se refleja en el corazón del hombre” (Proverbios 27,19)
Pensando en este mes de los padres, dedicaré unos pensamientos a los hombres. Mientras que Eva fue creada dentro de la exuberante belleza del huerto del Edén, Adán fue creado de la tierra misma, del barro. El hombre nació del campo, de la parte indómita de la creación y solo después fue puesto en el Jardín. Desde entonces los muchachos nunca se han mantenido en sus casas y han tenido un anhelo insaciable por explorar. Por salir y enfrentar el mundo.
Nuestra naturaleza necesita un poco de estímulo. La aventura con todo el peligro y desenfreno que requiere, es un profundo anhelo espiritual escrito en el alma del hombre. Requiere de un lugar donde no haya fechas límites, celulares ni reuniones de comités. Donde haya espacio para el alma. Donde finalmente la geografía que nos rodea corresponda a la geografía de nuestro corazón. Observo esto en algunos héroes del texto bíblico: Moisés, se encuentra con Dios en el desierto del Sinaí, muy lejos de las comodidades de Egipto. Jacob, luchó con Dios en alguna parte cerca del arroyo de Jacob. Elías, viajó a través del desierto para recuperar fuerzas. Juan Bautista y Jesús fueron llevados por el Espíritu al desierto.
Muy profundo en nuestros corazones hay algunos interrogantes básicos que no tienen respuestas sencillas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y para dónde voy? Las respuestas no se encuentran en la televisión ni en el celular; sino allá afuera en las ardientes arenas desérticas. Allí Moisés recibió la misión y el propósito de su vida. Bajo las estrellas, Jacob recibió un nombre nuevo. Cristo pudo vencer las tentaciones en el desierto. Si un hombre quiere saber quién es y por qué está aquí, tiene que emprender ese viaje por sí mismo.
La sociedad moderna no logra tomar una posición con relación a los hombres, trayendo como resultado una confusión de género nunca antes experimentada en la historia del mundo. La sociedad y la iglesia misma nos han dicho que el problema con los hombres es que no saben cumplir sus promesas, cómo ser líderes espirituales o cómo hablar con sus esposas o criar a sus hijos; pero que si se esfuerzan lo suficiente puedes llegar a convertirse en buenos chicos.
Dios formó el corazón del hombre y le ofrece una invitación: Ven y vive lo que anhelo que seas. Dios tuvo una intención cuando creó al hombre y considero que debemos averiguar cuál fue esa intención. ¿Qué le hace sentir vivo? ¿Qué le enardece el corazón? Esto puede llevarnos a descubrir los deseos más íntimos que no podemos desatender. Son esos deseos los que sostienen nuestra vida y son fundamentales para lo que soy y lo que anhelo ser. Dios ha puesto en el corazón de todo hombre un anhelo ferviente por su presencia, manifestado en la batalla diaria que debe luchar, sumado a la aventura de vivir y por supuesto, a una mujer a la cual amar. Dios nos otorgó deseos para elegir y nos confió corazones para vivir. La manera como respondemos a los deseos de nuestro corazón lo es todo. Dios puso dentro de nosotros una dosis de su grandeza, estamos diseñados para la aventura y la realización.
Busquemos la amistad con Dios. San Agustín lo expresaba así: “Nos creaste para ti, oh Dios y nuestro corazón andará en desasosiego hasta que descansé en ti.” Hay una vida de realización esperando por ti. No ausente de problemas, pero si llena de aventura y propósito. ¡No te la puedes perder!
Un fuerte abrazo en Cristo…
POR: VALERIO MEJÍA.