Sus ásperas manos delatan su rústica labor en medio del dolor ajeno; parece no importarle el lamento de alguien que refleja desgracia.
Santander Martínez Barrozo aprendió a convivir con la tragedia extraña. Para él su cliente no tiene alma, tampoco respira, muchos menos oye, ve o entiende: los muertos son su sustento.
Su acento cordobés evidencia su origen. Desde Lorica llegó a Valledupar para vivir de los muertos; una paradoja comprometida con su destino, el mismo con el que aprendió a conocer el fiel significado de una última lágrima.
Al hombre de 58 años casi a diario se topa con la muerte. Su oficio no tiene distingo de raza, color o sexo, sus manos sellan la oscuridad en la tumba, inhuma, pone cerrojo a la última luz de la bóveda en medio del despido doloroso de aquel doliente inmerso en luto.
Desde hace 20 años, el hombre de piel curtida, botas sucias y desteñidas por el polvo blanco proveniente de una tumba cualquiera, labora en el Cementerio Central de Valledupar, en donde ha enterrado a grandes personajes de la vida política y musical de la capital mundial del vallenato.
“Yo enterré a Emiliano Zuleta Baquero, a Moralito, Nando Marín y a la vieja Carmen Díaz. También a muchos de la vida política les he echado mezcla, pero aprendí a conocer a quienes son los que le duele el difunto. La mujer que viene maquillada a un entierro, a esa no le duele tanto la muerte de su familiar, como aquel que viene espontáneamente a llorar. Hay circunstancias en las que en verdad hay sentimiento de dolor, incluso, varias veces se me han salido las lágrimas sin conocer al finado”, dijo el hombre que por día asegura ganarse hasta 100 mil pesos en lúgubre labor.
Su labor
La experiencia le enseñó a diferenciar el dolor real del ficticio, para él no hay muerto importante, su trabajo no tiene sofisma ni mucho menos una especial sutileza a la hora de coger mezcla y ladrillos para sellar las últimas moradas.
“Nosotros somos como los gallinazos, nadie nos quiere pero somos útiles para el ecosistema, nuestra labor hay que respetarla porque hay reglas y mitos que cumplir, una vez trajeron un muerto de Maicao y querían que la cabeza quedara en sentido contrario a la lápida, la creencia tradicional es que la cabeza quedé en la parte de delante de la tumba y los pies hacia atrás; eso generó una enorme controversia hasta llamaron a un cura para solucionar el inconveniente”, recordó Santander Martínez.
Guarda en el baúl de los recuerdos anécdotas propias de su labor como sepulturero. “Una vez una gente de una vereda de Antioquia pidieron que enterrara al muerto con la boca hacia abajo y lo hice, a los pocos años lo exhumaron y se lo llevaron para su tierra, eso nunca se me olvida, son cosas que uno guarda como anécdotas propias a mi labor”, recordó.
No le teme a la soledad de mediodía, tampoco a la oscuridad de la noche, su experiencia le enseñó a vencer el miedo. Para él los tabúes vestidos de leyenda son simples creencias que se las lleva el viento.
“Mire, los muertos no salen, antes, cuando en el cementerio no había celador en el día, aquí venían parejas a hacer cosas… usted me entiende… los pelaos del colegio se encontraban aquí, pero luego pusieron celador y ya casi ni vienen. Hubo un vigilante de la Caja Agraria que un día vio a una mujer bailando con tres velas en la mano sobre una tumba, él asegura que lo vio, pero eso jamás lo creería”, dijo.
Aseguró que un buen sepulturero es aquel que hace exhumaciones e inhumaciones, repara y limpia las tumbas, tiene sus ganancias extras en medio de su labor, pero don Santander Martínez tiene el privilegio de tener una seguridad social debido a su vinculación directa con una fundación encargada de la administración del Cementerio Central.
Sin embargo, reconoce que muchos de sus compañeros de otros cementerios no tienen un reconocimiento a su labor, incluso no fueron tenidos en cuenta en el encuentro de sepultureros que terminó ayer en Bogotá.
“No sé si es que Valledupar no está en la red de cementerios del país, porque a nosotros no nos invitan a estos eventos que permitan darle importancia a nuestro oficio, nuestra labor debe ser dignificada”, lamentó.
En la capital de la República se reunieron sepultureros de 37 municipios de Colombia, encuentro que tuvo como objetivo destacar el trabajo de estas personas en la custodia de cuerpos no identificados que reposan en los camposantos, detalló el Ministerio del Interior en un comunicado publicado por la Revista Semana.
La reunión, que hace parte de la conmemoración del Día Internacional de las Personas Desaparecidas, que se celebra cada 30 de agosto, pretende acercar a los sepultureros a las instituciones que tienen “competencias legales en el proceso de entierro o inhumación de las personas”.
Santander Martínez lleva más de 20 años como sepulturero en el Cementerio Central de Valledupar, donde su labor es reconocida por quienes acuden a sus servicios.
Por Nibaldo Bustamante / EL PILÓN
nibaldo.bustamante@elpilon.com.co