EL TINAJERO
Por José Atuesta Mindiola
“Sin padre ni madre, ni perro que le ladre”; sabio pensamiento popular, que sintetiza la importancia de los padres en el proceso afectivo, comunicativo y cognitivo de los hijos. Está comprobado que las personas que mejor se desarrollan en su adultez, son aquellas que mayores contactos tuvieron con sus padres, y recibieron acertadas orientaciones para potencializar las formas sanas de competir y de maximizar sus capacidades.
El psicólogo Mario Kremer, especializado en terapia familiar, dice “que no se subestime la importancia del modelo masculino que todo hijo debe tener en su vida. Mientras que las madres tienden a dominar la educación, los padres también desempeñan un papel muy importante en su desarrollo psicológico, emocional y social”. Y recomienda que “Los hombres pueden tener mucha influencia en sus hijos, sin necesidad de sacrificar su ‘masculinidad`: solo deben hablar y pasar más tiempo con ellos, para promover identidades más definidas, superior capacidad de tener y conservar lazos significativos y mayores habilidades en el desempaño individual”.
Muchos padres tienden a desestimar su rol y el valor de su implicación en la educación de sus hijos, argumentan que por razones de bajos salarios, les corresponde desempeñarse en extensas jornadas laborales y regularmente se convierten en visitante de su propia casa. Esta realidad laboral impide la presencia paterna en el hogar; pero, desde la reflexión teórica del psicólogo, se pregunta: “¿Qué puede ser más importante que la crianza de un hijo? Nada repone el tiempo perdido en la educación de un niño, algo que no es en absoluto un trabajo, sino un placer. Y los padres deben saber que su ausencia durante el desarrollo de su hijo, es a menudo “reprochada” (aunque en términos mucho más duros) durante la adultez de éste”.
La vida moderna laboral es muy exigente. Cuando la madre tiene que vérselas con su papel de mamá, ama de casa y muchas veces, de mujer trabajadora, y en algunos casos cuidan de los hijos de otros,pero no tienen tiempo de cuidar de los suyos. El padre que representa la disciplina y la autoridad, con los deseos de que sus hijos se desarrollen con ideales éticos y distinciones académicas; y a veces, por las influencias de los prototipos de series de televisión o de ciertos errores de algunos psicólogos en los colegios, ellos despliegan una rebeldía en contra del padre que lo ven como un autoritario, que pretende imponer normas y tradiciones de su época.
Para expertos en especialidades de la sicopedagogía, la función paterna, es la que trae a la vida de cualquier niño o niña y dentro de un orden más simbólico, la ley, el orden y la prohibición. Al existir ese padre, sinónimo de disciplina y autoritarismo, motiva a muchos adolescentes a construir un sistema de valores propios, buscando nuevos ideales, que no se sustentan de la tradición, ni de las normas. En consecuencia, el resultado es un hombre cada día más insustancial y sin contenido, que deja de manifiesto una imagen cada vez más desdibujada de la función paterna. Y esto viene a ser uno de muchos de los síntomas derivados de la postmodernidad, lo cual se conoce como el “eclipse de la figura paterna”.
EL DON DE SER PADRE
Dice el sabio Salomón
en cantares de la Biblia,
feliz vive la familia
cuando existe comprensión.
El hombre que tiene el don
de ser buen padre y esposo,
disfruta siempre dichoso
las delicias del hogar.
En todo padre ejemplar,
los hijos son talentosos.