X

Semana Mayor

Con el Domingo de Ramos comenzó en el mundo católico la Semana Mayor, que para algunos solo constituye un corto periodo de vacaciones en medio de las dificultades acentuadas a principio de año y para los más creyentes, la conmemoración del recorrido del Señor, desde la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén, luego juzgado y crucificado, inmortalizándose en la resurrección al tercer día. En cualquier caso, ocho días de reflexión acerca del rumbo a tomar y la connotación de nuestra actitud frente a hechos de ocurrencia regional, nacional y mundial.

En Semana Santa ocurre algo parecido a la relación de propósitos que cada 31 de diciembre planeamos cumplir inmediatamente comience el año nuevo, con la diferencia de que estas intenciones son menos espirituales que las admoniciones de la solemnidad religiosa. Misteriosamente acompañada de eventos catastróficos que nos afectan, haciéndonos recapacitar acerca de la verdadera vocación que le damos a nuestras vidas. Meditamos sin tantas prevenciones, odios, vanidades, complejos, egoísmos, caprichos, resentimientos y demás ataduras realmente sirven para algo.

Así como en una mañana del jueves Santo de 1983, un terremoto destruyó gran parte de la zona histórica y religiosa de una de las ciudades más católicas de nuestro país como lo es Popayán, la noche de este 31 de marzo una avalancha devastó 17 barrios de Mocoa, capital del Putumayo, recordándonos nuestra vulnerabilidad frente a la implacable fuerza de la naturaleza.

Días después, sin habernos recuperado aún del dolor colectivo de nuestros compatriotas, nos llegaron imágenes de niños y adultos muriendo en Siria por efectos del uso de armas químicas; enseguida los misiles gringos reemplazaron la furia de la naturaleza de otras latitudes y en nombre de su justicia y seguridad nacional, igualmente llevaron dolor, muerte y terror a un sufrido pueblo que desde hace seis años se debate entre el apocalíptico régimen local y las agresiones intervencionistas de las naciones llamadas civilizadas.

Por acá cerca, en la vecina Venezuela, multitudinarias marchas en protesta contra el gobierno de Nicolás Maduro, gritan al mundo su desespero por la crisis de un anacrónico sistema político, que en desobediencia del ideario social profesado y en una total equivocación de sus políticas económicas, de inicial despilfarro y ahora escasez de elementos básicos de subsistencia, amenaza la vitalidad de los venezolanos a pesar de que habitan sobre grandes yacimientos de petróleo. Situación difícil de entender.

En nuestro país la cosa no es muy distinta. Tenemos un criminal sistema de salud que le apuesta a la muerte de sus usuarios para evitar prestarles el servicio. El sistema educativo desprecia la inteligencia a favor de los réditos económicos. El sector productivo hace aguas ante la importación de alimentos de mala calidad. Nuestros congresistas aprobaron una canallesca reforma tributaria que le quita posibilidades a la clase trabajadora. No sigo por falta de espacio. Así que usemos estos ocho días para pensar qué hacemos para cambiar el presente que nos angustia y el futuro incierto que nos espera. Un abrazo. –

Por Antonio María Araújo Calderón

amaraujo3@hotmail.com
@antoniomariaA

Categories: Columnista
Antonio_Maria_Araujo: