“En una calle de Tamalameque dicen que sale una llorona loca, que
Corre por aquí, que corre por allá, con un tabaco prendido en la boca”
Recordamos en estos días la canción titulada “La llorona loca” de la autoría del maestro José Barros Palomino, cuyo aparte hemos transcrito. Fue grabada por el mismo autor en los años cincuenta, y posteriormente, por los Hermanos Zuleta, en el año 1996, e incluido en el L.P. “Siempre Vallenato”, y posteriormente, en el año 1997, por el Checo Acosta a dos voces, junto con Juan Piña, en el que el siempre recordado compositor, afirma que en una calle de Tamalameque en el Departamento del Cesar, sale una llorona loca, que corría de un lugar a otro con un tabaco en la boca, y que movía la cinturita, como iguana en el matorral, cuenta que él le dijo cuando le salió, que no moviera tanto el motor, pero cuando se dio cuenta, que era un espanto, dijo, “Compadre que sofocón”.
La precitada canción, viene a nuestro recuerdo, durante esta temporada, al recordar, un Jueves Santo, cuando recién cumplidos mis primeros ocho añitos de circulación me encontraba de paseo, en la Finca El Castellano del tío Juan José Fonseca donde Vivian mi tío Moisés Acosta, y mi tía Margot Medina; sucedió, que durante la noche precedente, es decir el miércoles santo antes de acostarnos, todos los que allá estábamos nos encontrábamos reunidos alrededor del fogón tomando mazamorra y nos dedicamos a referir cuentos de miedo que incluían anécdotas contadas por los mayores que allí estaban, y cuentos fantasiosos de apariciones y misterios que cada uno de nosotros refería, pero sucedió que un tractorista de apellido Molina que allí estaba, al meter la cucharada en el asunto comento, con una seriedad digna de cura recién ordenado, que en su pueblo un Jueves Santo mientras se encontraba con sus padres en labores del campo por desobedecer la tradición de no laborar ese día especial, hizo su aparición una ave tan grande como un pavo la cual, tomó por la oreja al niño y se lo llevó en el pico, mientras el niño gritaba cuando lo llevaba por el aire, que esta tomó vuelo y se lo llevó y más nunca supieron de él; no dije nada, pero el pánico se apoderó de mí, por el temor de el asunto se repitiera, no dije nada, pero la vaina desde allí no se quitó de la mente, y preciso al día siguiente sucedió algo que reforzó mi intima convicción de tal manera que para mí ya no quedaba duda alguna, para afirmar que la vaina era cierta; no se desesperen que ya les voy a terminar los detalles.
Nos encontrábamos el Jueves de la Semana Mayor es decir, al día siguiente al cuento en el mismo sitio recostándonos cada uno una totuma de Chiquichiqui, tradicional mazamorra de maíz y tamacas, tostados y molidos que hacen en mi región durante esos días de guardar, y de un momento a otro y como si se tratara del “Espíritu malo” hizo su misteriosa aparición una ave que en un solo intento, como levantó un polvorín, y voló de una, con una gallina en sus garras, y se la llevó, mi tío Moisés, sacó una escopeta y le disparó, pero no lo alcanzó; de inmediato, recordé lo que dijo el tractorista, y aunque el tío nos explicó, que era un gavilán pollero, nadie me pudo convencer entonces, que ese animal no era del otro mundo.
Regrese al pueblo, contando que el diablo estuvo de visita en el Castellano, claro, también dije que había visto cuando el animal lanzaba ráfagas de fuego por la boca, lo que creyeron entonces mis contemporáneos, y hasta cuando estuve bien grandecito pude salir de la duda pues estaba convencido que ese animal fue para llevarse un niño y el tiro le falló, por lo que no descartaba otro intento; y me atormentaba la preocupación … que tal si le tocaba el turno al Nene de su madre? .