Entre los costos de productividad más estudiados, las empresas gastan muchísimo dinero en vigilancia privada, en la protección de sus funcionarios y en la investigación de los delitos cometidos por los propios funcionarios, y pierden mucho por robos “hormiga”.
Ese costo ha disminuido desde principios de siglo, por la política de seguridad democrática, y que debería haber bajado más por el acuerdo de las Farc con Santos, pero el Estado no ha podido ocupar institucionalmente los territorios dejados por las Farc y hoy se los disputan entre grupos armados organizados.
La producción de coca está disparada y las cifras de homicidio, en lugar de bajar, aumentaron el año pasado.
Para rematar, en la sociedad ya no hay consensos mínimos sobre cómo enfrentar la delincuencia, el narcotráfico y a los violentos. Como resultado de todo, los empresarios siguen gastando muchísimo en seguridad, dinero que debería emplearse en inversión.
Otro costo ya suficientemente diagnosticado es el de infraestructura. Colombia es un país inusual, en el cual las grandes ciudades, con la excepción de Barranquilla y Cartagena, están entre montañas y alejadas de las costas y de ríos navegables. Moverse entre las ciudades y exportar es complejo y caro.
El país tiene que conectarse con los llanos y la Orinoquía, incluyendo la integración fluvial Meta Orinoco, resolver de manera definitiva la navegabilidad del Magdalena y, en especial, crear una red ferroviaria amplia y profunda. En una geografía tan ardua y difícil, solo los trenes bajaran costos.
Un tercer costo diagnosticado pero no resuelto es el de la educación. La educación de calidad no es solo el gran camino de la movilidad social sino el salto indispensable para el emprendimiento, la innovación y la productividad. La educación en Colombia, con muy pocas excepciones, es malísima.
Lo prueban los pésimos resultados en las pruebas PISA en el mundo. Siempre estamos entre los últimos. Además, los colombianos estudian lo que no se necesita. Y es indispensable que haya cada vez más técnicos y tecnólogos y no tantos licenciados. Un trabajo mancomunado con la empresa privada, el SENA y las universidades es clave para determinar necesidades y para impulsar la investigación.
A la ciencia, la tecnología y la innovación solo dedicamos el 0.6% del PIB. En el 2017 se presentaron casi 2.8 millones de solicitudes de patentes en el mundo. En Colombia se presentaron 415 solicitudes de patentes de invención el año pasado por parte de nacionales. ¡Solo 415!
Dos reflexiones finales: el bilingüismo es una necesidad, no un lujo. Y es indispensable transitar de manera definitiva a la doble titulación en las escuelas rurales, para graduar al mismo tiempo bachilleres y técnicos agrícolas y veterinarios.