No hay muerto malo, ni bebé feo, ni novia estéril, reza el refranero.
Sebastián Piñera, no porque esté muerto, fue un buen presidente y demócrata, supo gobernar, sin fanatismos de ideología de derecha, hasta dejar como legado la hazaña de haber rescatado con vida, tras el derrumbe de la mina San José, al norte de Chile, a 33 mineros, sepultados 700 metros bajo tierra, durante 69 días, el 5 de agosto de 2010, estilo diametralmente opuesto al de Augusto Pinochet, de ideología similar, pero con la diferencia de que éste último, como caracterizado dictador, antepuso la prosperidad económica de Chile a la barbarie de masacrar vidas, torturar y propiciar desapariciones.
En la ideología de izquierda también hay ejemplarizantes modelos. Se colige, entonces, que no son las ideologías las que determinan el grado de humanidad de las personas, sino su misma naturaleza humana, signada por los valores y no por las bajas pasiones.
El exguerrillero José ‘Pepe’ Mujica, por ejemplo, gobernó a Uruguay con decencia y transparencia, pero la consigna que lo popularizó en el plano internacional, durante sus 5 años de gobierno, fue la defensa de la vida, para él la cosa más grande, y una de sus banderas fue la sobriedad como contrapeso del consumismo, del que se declara enemigo.
“Tenés que vivir como pensás porque de lo contrario, corrés el riesgo de terminar pensando como vivís”, una de las frases con las que Mujica justificaba su manera humilde de vivir: una casa rural a las afueras de Montevideo que parece a medio hacer, unos atuendos simples y cómodos que usa hasta que se gastan, un viejo volkswagen y una actividad agraria con la que ha hecho pedagogía.
Las grandes maravillas florecen de las diferencias, y no tenemos que insultarnos ni matarnos por pensar distinto, lección del papa Francisco para quienes se pavonean en la academia y otros estadios, irrespetando y descalificando el pensamiento contrario, y peor los que mal utilizan las redes sociales para hacer matoneo sin rostro, porque ocultan su identidad para atacar a mansalva, forma cobarde de interrelacionarse.
El que no conoce la historia está condenado a repetirla, acuñó George Santayana, sentencia que vale la pena refrescar en el desacuerdo entre el presidente Petro y la Corte Suprema de Justicia por la elección de fiscal, que en criterio de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU se debe acelerar, en garantía de la justicia y consolidación de la democracia.
La exclusión de ambos organismos internacionales lo hacen los países que no sólo no quieren saber del Derecho Internacional Humanitario, sino que desencadenan dictaduras y genocidios. “Son los Videla, Netanyahu y Pinochet de hoy. Son los aprendices de Hitler”, señaló Petro.
No sobra hacer memoria de las 6 formas de gobierno citadas por Aristóteles, que se traducen en 6 constituciones, de las cuales 3 consideraba justas: monarquía, aristocracia y Politeia, escenario público para una sociedad educada y participativa, y las otras 3, a las que denominó constituciones corruptas, al degenerar en tiranía, oligarquía y democracia.
Es la misma democracia que rebate el filósofo griego, creyera que, en consonancia con el mandatario de los colombianos, Gustavo Petro, imbuido de visión Estatal y Capitalismo Progresivo, único jefe de Estado de América del Sur invitado a la Conferencia de Seguridad de Múnich, Alemania, espacio que ha sido tradicionalmente reservado para jefes de Estado europeos o del espacio euroatlántico, donde estuvo acompañado de António Guterres, secretario de la ONU.
Miguel Aroca Yepes