Por: Valerio Mejía Araújo
“El Espíritu del Señor revistió a Gedeón; y cuando este tocó el cuerno, los abiezeritas se reunieron con él”
Jueces 6:34
Hoy quiero hablar sobre la importancia de ser revestidos por el Señor, tomando como modelo la historia de Gedeón, en la convulsiva época de los Jueces en Israel.
Dios espera que su pueblo sea revestido por su Santo Espíritu. Quiere un pueblo que se deje revestir con su poder y su presencia, para tocar el cuerno y convocar a una santa celebración y a una justa causa de liberación.
Siempre me ha gustado Gedeón porque puedo identificarme realmente con su llamamiento. Él atendía sus propios negocios y trabajaba en su propio campo cuando un ángel del Señor se le apareció y le dijo: “Hombre esforzado y valiente, Dios quiere usarte…”
Por supuesto que Gedeón no se sentía ni esforzado ni valiente; al contrario, estaba lleno de pánico y temor por causa de la invasión de los madianitas que ya completaba siete largos años.
El concepto que Dios tiene acerca de nosotros mismos es totalmente diferente del nuestro. Dios busca un pueblo que reconozca su propia insignificancia, pero al mismo tiempo cuán grande es el Dios en quien confían. Dios quiere revestirnos de su gloria y habitar dentro de nosotros, haciendo de nuestro pequeño corazón su majestuoso Templo.
Joás, el padre de Gedeón, no era un hombre justo; había construido lugares altos en honor a ídolos y dioses falsos. De los alrededores venían para celebrar sus ritos de idolatría. Igual hoy día, nos hemos vuelto a los ídolos del orgullo y la vanidad; hemos levantado altares de adoración al placer personal; hemos colocado en lugares altos la corrupción y la mentira.
No obstante, el Espíritu le dio a Gedeón la tarea de derribar los lugares altos que su padre había construido. Estaba tan atemorizado de hacerlo y de la reacción de su padre, que lo hizo de noche. Y aunque intentó esconder su acto, a la mañana, los enojados adoradores de los ídolos confrontaron a su padre y le pedían que entregara a su hijo para matarlo. Quien se hubiera atrevido a derribar el altar de Baal y cortado la imagen de Asera, debía recibir un castigo ejemplarizante y pagar con su propia vida.
Gedeón enfrentó algunos problemas serios ese día. También nosotros podemos enfrentar algunos obstáculos al comprometernos con el llamado del Señor y su revestimiento en nuestras vidas. El Señor busca incansablemente un pueblo que supere las pequeñas mentalidades, inseguridades y temores, para permitir que Él tome control sobre sus vidas y circunstancias.
Amados amigos lectores: Cuando permitimos que Dios nos revista con su poder y su gloria, cuando abrimos nuestro corazón para que Cristo habite con todo el esplendor de su presencia, seremos vencedores frente a la adversidad y tendremos una perspectiva totalmente diferente de los obstáculos y dificultades que hoy nos desafían.
Demasiados cristianos, nos sentimos hoy atemorizados de salir de nuestras propias zonas de comodidad y seguridad y nos negamos a avanzar hacia lugares de liderazgo espiritual donde Dios nos está llamando y donde quiere usarnos para traer liberación y alivio a otros.
Dios tiene una recompensa para las personas que se atrevan a salir de la orilla y continúen río arriba. La recompensa para Gedeón fue que se hizo más fuerte, logró que la gente confiara en él y le aceptaran como su líder. Compartieron su visión de traer liberación a toda la región. Gedeón conoció el poder de una visión, al tener conciencia de la necesidad real de la gente y tuvo la capacidad de ver una posible solución a favor de todos. Tuvo la fe suficiente para creer que era posible y la actitud correcta para vencer la duda y seguir alimentando su visión liberadora. Tuvo el valor para tomar acción efectiva, y convertir una visión en acción. También tuvo la esperanza de lograrlo, la dedicación para perseverar y mantener siempre viva la ilusión del triunfo.
Mantuvo no sólo el ánimo para comenzar, sino la constancia para avanzar a pesar de sus dudas y temores.
Gedeón tuvo que calcular el costo de obedecer la orden de Dios. Tenía que enfrentar su propio temor paralizante y las consecuencias de las represalias si se atrevía a ir en contra de la familia de su padre. Sin embargo, asumió el riesgo y se paró en la línea de la obediencia a Dios.
Caro amigo, cuando el Espíritu revistió a Gedeón… ¡él fue trasformado en un hombre nuevo!
Dejó de ser un simple mortal lleno de excusas sobre cuán insignificante era y cuán pobre era su tribu.
Cuando fue revestido, se atrevió a tocar el cuerno y repentinamente para su sorpresa, miles de personas acudieron a su llamado.
En un momento era un granjero y al siguiente momento es revestido por Dios y ve a treinta y dos mil guerreros venir ante una simple orden, listos para seguirlo para una mortal batalla con los madianitas.
Finalmente con tan sólo trescientos guerreros, y la estrategia de Dios, logró vencer al numeroso ejército enemigo de ciento treinta y cinco mil hombres.
Permitamos entonces que el mismo Espíritu de Pentecostés caiga una vez más sobre nosotros y que podamos responder al llamado que el Señor hace hoy a nuestras vidas para convertirnos en modernos Gedeones que digamos “Sí” a la comisión de traer paz y libertad a nuestros pueblos.
Dile conmigo en oración: “Aquí estoy Señor, revísteme con tu gracia y tu poder. Enséñame a liberar el resplandor de tu presencia y a traer libertad para los míos. Que el fuego de tu amor arda sobre el altar de mi corazón siempre. Gracias. Amén.”
Recuerda: ¡Dios quiere usarnos, como a Gedeón!
Te mando un abrazo en Cristo y muchas bendiciones.
valeriomejia@etb.net.co