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¡Se ve lejos, pero ya vamos llegando!

Por Gustavo Cotes Medina

El reciente anuncio de un entendimiento entre el Gobierno Santos y las Farc, relacionado con la participación en política, es un motivo de esperanza y un camino sin precedentes sobre la posibilidad de un desenlace positivo a un conflicto armado añoso, cruel y sin sentido común. Cuando los colombianos   exigíamos resultados, este logro del segundo acuerdo llega en un momento decisivo que alimenta el consenso sobre este intento de paz para llegar hasta el final con decisiones inteligentes, realistas y seguramente difíciles de asimilar por un pueblo adolorido, con memoria y deseos acumulados de venganzas.

Todo parece indicar que estamos avanzando hacia un concepto más profundo de una democracia abierta, civilizada e incluyente, lo cual quiere decir que esperamos la dejación de las armas y de todas las manifestaciones de violencia de parte de las Farc, como método de acción política, con reglas de juego electorales claras y flexibles que seguramente dejarán interrogantes abiertos y sensibles como el acceso de la guerrilla a cargos de elección popular, de las condenas por crímenes de guerra y los delitos de lesa humanidad, pero debemos tener presente que ¡a la paz hay que darle una oportunidad!

La invitación es a dejar el escepticismo aunque somos conscientes que el camino por recorrer hacia el fin del conflicto es sinuoso, lleno de espinas y de costos políticos, pero no podemos dar marcha atrás en la búsqueda de consensos y respaldos de opinión tanto en lo nacional como en lo internacional. Parece que se está llegando  a la realidad que la dejación de las armas y el silencio de los fusiles reportarán un saldo positivo para Colombia diagnosticando sus problemas  y formulando soluciones como un verdadero factor de paz.

Es un avance real que el Gobierno y las Farc estén pactando los mecanismos para  darle garantías al pluralismo y seguridad al nuevo partido que surja de la guerrilla. Hoy, sería una irresponsabilidad sacrificar la mejor oportunidad de paz que ha tenido nuestro país por cálculos políticos. Lo que se ha pactado hasta la fecha está señalando un punto de inflexión que debe ser irreversible en la búsqueda de la paz. 

No debe haber pausa en los diálogos, por el contrario, hay que acelerar  y el noviazgo entre la política y las armas, se tiene que terminar. Los colombianos debemos apostarle a la reconciliación y no a la continuación de la guerra. ¡No es el momento de encender todas las velas, pero estamos recuperando la tradición de ser un  país que sabe manejar sus desacuerdos!

 

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