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Se van las armas

Luego de un enfrentamiento de más de medio siglo, el Gobierno Nacional y las Farc-EP han acordado poner fin de manera definitiva al conflicto armado interno. Advertimos: La paz no es hoy ya, pero la etapa de su construcción ha comenzado.

La terminación de la confrontación armada significará, en primer lugar, el fin del sufrimiento que se ha causado; millones las víctimas de desplazamiento forzado, cientos de miles los muertos, decenas de miles los desaparecidos de toda índole, sin olvidar el número de poblaciones que han sido afectadas en el vasto territorio, incluyendo niñas y niños y adolescentes, comunidades campesinas, indígenas, afrocolombianas, partidos políticos, movimientos sociales y sindicales, gremios productivos, entre otros. No queremos que haya una víctima más en Colombia. La peor parte la llevaron los colombianos más jóvenes, más pobres del campo, siendo campesinos, soldados o guerrilleros, o víctimas.

Se trata de dar inicio a una fase de transición que contribuya a una mayor integración de nuestros territorios, una mayor inclusión social -en especial de quienes han vivido al margen del desarrollo y han padecido el conflicto- y a fortalecer nuestra democracia para que asegure que los conflictos se tramiten por las vías institucionales, con garantías para quienes participen en política.

Que el Estado y la sociedad desarrollen otras prioridades como la educación, la construcción de confianza, el desarrollo del territorio, de las infraestructuras. Y se desarrollen sus energías a combatir la delincuencia que azota a nuestras ciudades.

Mientras anoche en los buenos discursos del gobierno -de Humberto de La Calle y el mismo Presidente Santos, que agradeció a sus recientes antecesores sin exclusión alguna- se hizo énfasis en que la paz empezaba ya, interpretable como triunfalismo, Iván Márquez emocionado hizo tres referencias que tocan a nuestro departamento: recordó que la prioridad está en construirla en el campo; que la paz completa se daba con el Eln, a quienes llamó a subirse al tren, y pidió a los Estados Unidos, el viejo enemigo, hoy solidario con el proceso de paz, soltar a Simón Trinidad, el vallenato Ricardo Palmera, quien tiene 12 años de reclusión en esa potencia. Absurdo sería que los jefes de la guerrilla hagan política en el futuro, no yendo nunca a las cárceles, mientras continúe Palmera en semejante condición.

Habrá tiempo para escribir más sobre el tema de la paz, la que siempre ha respaldado EL PILÓN, mientras nos preparamos para la otra batalla del plebiscito el 2 de octubre.

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