La decisión de accionistas mayoritarios de la sociedad Valledupar Fútbol Club para llevarse el equipo de esta ciudad, trae consigo malas consecuencias para la juventud.
Quedar sin el equipo profesional es un retroceso a un proceso de ciudad que inició hace más de 20 años y que con altibajos estaba en un estado de consolidación.
En una ciudad que alcanza el nivel que ya ostenta Valledupar es inadmisible que esto suceda, es un mal mensaje que, como capital intermedia de gran importancia, se estaría enviando al país y desde luego genera una gran frustración para sus propios habitantes.
Irónico que en momentos en que se ha demostrado ser una ciudad con condiciones para grandes eventos, con un público que demanda de muchas opciones, tal como se pudo evidenciar en los pasados Juegos Bolivarianos, esté sucediendo esto en contraste con las grandes expectativas que se venían tejiendo en novedosos procesos en todos los ámbitos, en especial en lo deportivo. De igual manera, el entusiasmo vivido en la reciente Primera Feria del Libro, desde el ámbito cultural, es otra prueba de ello.
Hay que entender en su real dimensión la importancia del deporte, en especial el fútbol, por ser una disciplina popular que atrapa a los distintos sectores sociales en cualquier región del país y del mundo, en la población joven y en sus deseables valores formativos, de vida saludable, de integración social y de alejamiento de la drogadicción y la violencia.
Es una de las principales industrias del entretenimiento que ofrece diferentes oportunidades laborales para la gente.
Por todo ello es muy lamentable que Valledupar se quede sin un importante activo de ciudad.
Llama la atención que ninguna autoridad oficial se haya pronunciado al respecto, ni local, ni departamental, ni la misma sociedad, sus gremios, como tal, igual las organizaciones deportivas. Todos pasivos frente a un tema crucial para los intereses ciudadanos.
Es tan torpe la clase dirigente y gubernamental del Cesar o se concentra tanto en los grandes contratos de obra – aspecto que los motiva con una ambición preocupante- que ni siquiera valoran que un equipo, como se ha mostrado en otras latitudes, ofrece gran beneficio político. Aquí, es justo que paguen, por el contrario, la pérdida.
El gestor del fondo propietario del Equipo, Luis Alfredo Baena, manifestó a EL PILÓN que durante más de un año buscó una audiencia con Luis Alberto Monsalvo, y no fue atendido. Procuraba la cuantía o condiciones económicas de mantenimiento anual que, al iniciarse el club en Valledupar, concedían los gobernadores de la época. Ínfima comparada con la de otros departamentos o municipios. Funcionarios menores ponían de su parte, pero no decidían.
En estas páginas hemos redicho que no valía la pena hacer un estadio de $ 50.000 millones para que el gestor gubernamental no hiciera todo lo posible por tener un equipo profesional digno de él. No puede terminar convertida una mega-inversión en despilfarro como símbolo inservible de un superelefante manco.