Un texto muy similar al presente, cuyo título conservo para hoy, fue publicado hace unas semanas. Lo he revisado y creo que vale la pena hacer lo que se llama un feedback, es decir, hacer unas reflexiones sobre ese contenido y ver qué estuvo bien y qué no.
La afirmación inicial la dejo intacta. Primero lo primero, verdad de Perogrullo, pero a veces lo mejor es modificar la estructura de la oración e iniciar con lo que se supone sería la conclusión que en este caso es: el país necesita un líder porque sí podríamos estar bien de presidente, de gerente. Hace falta el líder. La diferencia se hace con base en estos dos postulados: si trabaja en presente es un presidente, si conjuga pasado, presente y futuro es un líder. El presidente debe alzarse por encima de su natural condición, la que le dieron los votos y convertirse en un adalid nacional y para ello se necesita grandeza, que espero la posea, pues la necesaria mano tendida debe traspasar el cerco de sus propias conveniencias.
Para decírselo directamente: o toma las banderas de la reconstrucción nacional o serán otros las que la enarbolen. El agua contenida detrás del dique de las inequidades lo va a arrasar y se llevará por delante todo lo que encuentre a su paso.
Escribía: “Ahora, en este excepcional momento, haciendo uso de frenos de emergencia y usufructuando unas mayorías parlamentarias, el presidente se siente cómodo y hasta contento, pero este mágico instante habrá de pasar para descubrir que solo estaba en el ojo del huracán”. Este último párrafo fue premonitorio. La calma engañó.
Ni la derecha, ahora al frente del Estado, ni la espinosa e implacable oposición liderada por la izquierda, tienen fuerzas para construir lo que estamos necesitando. Hay que escuchar las voces de todos los tonos y colores y no solo las que le resultan agradables. Algo decía Simón Bolívar al respecto.
En el horizonte del gobierno y la oposición solo aparecen las elecciones y la forma de ganarlas, mientras tanto y cómo se afirmara en estos días por un exmagistrado de la Corte Constitucional: “El barco se hunde”, y hechos recientes lo demuestran. Agrego ahora y digo: ni profeta que fuera el jurista.
¿Y qué fue lo que pasó? Miren no más, al borde del precipicio, se les dijeron, advirtieron, previnieron, no hagan eso, es decir, no presenten “ese” proyecto de reforma tributaria porque esto está que arde y esa es la mecha que quieren encender. En ese momento se definía quién tiraba el penalti.
Para mí el asunto de la reforma tributaria antes que el motivo del desencuentro, percibida la gigantesca oposición que engendró, debió ser la oportunidad para iniciar lo que tarde o temprano tendrá que suceder: definir el futuro del país.
Y esto último sí que quiero dejarlo casi intacto: un lector y amigo, desde Puerto Colombia, me lo expresa así y lo cito entre comillas: “En los años de gobierno que le quedan al presidente Duque, si se libera y convoca a un gobierno de unidad nacional, puedes estar seguro que todo se arregla y saldremos adelante. La patria por encima de los grupos.Es el momento, luego es tarde”.
Es lo que se llama la voz del pueblo y hay que escucharla