A raíz de los movimientos políticos que se están dando en Latinoamérica, como en Chile ayer, que responden al vaivén del péndulo, y a la alternancia de la contradicción gobierno-oposición, se ha manifestado que en Colombia se podría estar madurando un cambio porque la crisis de credibilidad de la política, de los políticos, de las instituciones y de los gobiernos (que es una evidente tendencia internacional, agravada por la pandemia) se ha venido profundizando por el alto grado de corrupción. Según las encuestas, el primer mal.
Se piensa que las opciones de la oposición cobran fuerza. A pesar de algunos importantes logros del Gobierno nacional, es tal el descontento que en el escenario nacional ya se perfila la irrupción del ansia popular de darle un vuelco al actual estado de cosas.
La pregunta que se viene soslayando es si esa ola de insatisfacción y cambio arrastrará los tentáculos del poder regional y si se expresará en las elecciones al Congreso que se realizarán el 13 de marzo del 2022.
Ese poder, que ha sido intocable, se ha reproducido y aumentado sus ramificaciones; ha usado de los recursos departamentales, municipales y los nacionales también.
En ese orden se vaticina que vamos a asistir prácticamente a una reelección de los actuales congresistas del departamento.
Ese aserto se corrobora con el hecho de que los nuevos actores no tienen la visibilidad, los recursos, tracción ni masa crítica para hacerle siquiera cosquillas a formidables empresas electorales.
Esas empresas se han dotado de recursos económicos que superan con creces cualquier límite legal, que en el ámbito local menos se respetan, porque se configuran en redes de colaboración informales, de dineros no registrados y de todo origen y en muchos casos manejados con opacidad mafiosa.
Con todo, la población del departamento, tan despierta al hablar de política y de los demás, le endilga a la nación, a los políticos y al Gobierno central los altos niveles de corrupción y no sabe, o no quiere hablar de eso, que aquí “el rancho está ardiendo”.
Sobra recordar la nula presentación de ideas y programas al público de los actuales líderes, y si se promueve algo es con bajo sustento técnico, acusando alto grado de insensatez.
Es lógico, pues exponer ideas y abrir debates los expone a ser cuestionados o que se les generen situaciones incómodas e indeseables. ¿Para qué abrir entonces ese debate?
Pero también son pragmáticos: ese tiempo es más productivo en votos y financiación si se coordina la reunión de los amigos en la fiesta patronal o se atiende la llamada o el certamen del amigo contratista.
Ese contexto ha llevado a nuestro diario a iniciar una serie de análisis sobre la coyuntura política departamental de cara a las elecciones.
Vamos a contar con colaboradores especiales que nos darán luces y perspectivas de un debate trascendental: ¿seguirá todo igual? ¿Veremos nuevas caras? ¿Las corrientes políticas nacionales influirán determinantemente en el poder local y su representación en la nación?