Es una cuestión que se viene planteando a menudo en los medios profesionales del periodismo. Nuestra tendencia libertaria, menos rigurosa, es contestar afirmativa y entusiastamente. Pero el entusiasmo es siempre peligroso.
En realidad, están sucediendo a cada rato infinidad de hechos que no merecen ser divulgados. Algunos porque no tienen importancia y otros porque lesionan gravemente el honor de las personas. Estas informaciones pueden ser positivamente dañosas inclusive para la misma comunidad, en ciertas circunstancias, por ejemplo, cuando la información produce desorden y desconcierto en vez de suscitar la crítica de abusos.
Hacerle propaganda a candidatos que no se lo merecen, en nombre de la libertad de expresión, de información o de cátedra, es una imbecilidad. Si fuera necesario decirlo todo, la misma vida social sería imposible: no haríamos diálogo de información si no enredos de chismes. Precisamente, uno de los grandes problemas de nuestra región es la desinformación, una de las peores pestes de Valledupar. En esto hay que ser juiciosos.
Y como es mi costumbre, trataré otros temitas: Generalmente, desconocemos la responsabilidad que tenemos sobre la permanencia y conservación de nuestro patrimonio histórico. Frente a esta realidad es imperante hacer una profunda reflexión sobre el futuro de nuestro patrimonio edificado y el rol que deben jugar los institutos de cultura y los entes que velan por la conservación de este.
¿Qué es nuestro patrimonio? Es el camino cierto de nuestras propias afirmaciones como identidad cultural. Nuestro patrimonio pues, son los múltiples patrimonios que poseemos. Larga y penosa ha sido en nuestra ciudad la lucha de unos pocos por preservar nuestro patrimonio y el obstáculo mayor, todavía no superado es la violación permanente de los reglamentos para proteger los bienes, muebles o inmuebles.
Muchas pérdidas hemos tenido en Valledupar como la destrucción del Convento Santo Domingo, la antigua Alcaldía Municipal, la antigua Cárcel El Mamón. En la misma plaza Alfonso López se ha perdido su rasgo característico.
La conservación de nuestro patrimonio ha corrido y corre por cuenta de nadie, qué lástima que nunca hemos sido celosos con nuestro patrimonio. Mi punto de vista como ciudadano y como arquitecto pienso que todo edificio intervenido constituye una realidad cultural, llámese ésta intervención, restauración, remodelación o como se quiera. Por lo pronto, debemos respetar nuestro patrimonio.
Postdata: ¿Quién controla el mototaxismo en el centro de la ciudad?
Estamos a 12 días de elecciones. No sea pendejo, no se deje engañar. Vote a conciencia.