“Aconsejar economía a los pobres es a la vez grotesco e insultante. Es como aconsejar que coma menos al que se está muriendo de hambre”.
No se requiere ser un gran especialista en asuntos financieros o monetarios para determinar que las realidades económicas de los colombianos y marcadamente las de la clase media, evolucionan desfavorablemente por acción de las expectativas, frustraciones y resultados farsantes de políticas mal aplicadas por el gobierno de turno, que no podrían haber superado fenómenos del mercadeo globalizado como ha sido el derrumbe de los precios del petróleo. Los economistas especulan sobre el errático comportamiento, pero lo cierto es que los ingresos fiscales de la Nación van en decadencia y se le añade los resultados por devenir de la fanfarroneada reforma tributaria que seguramente contribuirá con la paralización, alejamiento de la inversión privada y la extranjera y amenaza de pérdida de empleo y competitividad industrial y técnica.
Los próximos comicios en octubre circunscribirán definitivamente el derrotero de la sociedad colombiana, renuente e indiferente por las frustraciones y desengaños de las actitudes de connotados políticos, magistrados, generales de la República y altos funcionarios públicos que abierta y cínicamente no muestran compromiso con la patria pero sí, deslealtad con la Constitución. Sin embargo, a costa de muchos señalamientos por los lamedores de mermelada, que osan tildar de uribista o guerrerista a quien manifiesta desacuerdo con la absurda y maquiavélica política favorecedora de los desadaptados, algunos persistirán exigiendo el debido respeto constitucional y propiciando en el pueblo la cultura de la participación en la política como elemento básico y necesario para mantener la justicia y equidad del Estado social de derecho.
Está gestándose una época de inconformismo que terminará pellizcando al ciudadano del común para que participe, se oponga, exija, lógicamente que a un precio costoso, porque gobernantes y socios querrán legitimar sus negocios criminales con la falsaria propuesta de paz, seguirán amedrentando al pueblo con atentados grotescos y brutales cuyo significado es causar terror y de paso ganar las elecciones, así se demuestre que las regiones no son de izquierda, si se les ha dejado abierto el camino para que ellos se empoderen.
Cambiarán de aquí a las elecciones muchas cosas, tanto que el pan de 200 ya no será el mismo, tiende a desaparecer o a volverse mas chiquito, como los espacios que tendremos los demócratas para manifestarnos y exigir un buen gobierno, solo redimibles con la participación activa, el apoyo y elección de candidatos que muestren ideas y propuestas reales sobre la democracia.
Por Alfonso Suárez Arias
@SUAREZALFONSO