Faltando año y medio para la elección se abrió el partidor presidencial. ¿Logrará la corriente de centro constituirse en una alternativa de poder? ¿Será el momento de la izquierda? ¿Mantendrá el Centro democrático la presidencia? Lo que sí queda claro es que la polarización sellará la campaña, como recientemente pasó en EE.UU, y las coaliciones serán determinantes para el triunfo; nadie puede poner presidente por sí solo, ni siquiera Uribe y mucho menos Duque.
En el Centro el más opcionado es Sergio Fajardo, evidencia un reconocimiento alto, pero tiene tres problemas muy gordos: su tibieza a la hora de criticar al gobierno, su falta de definición en temas graves del país y que, de entrada, cierra la puerta a coaliciones; así no llega y se lo tragará la polarización. Humberto de La Calle cuenta con una imagen muy favorable, pero tampoco le alcanza; esta vez está actuando con más cálculo y no cierra la puerta a coaliciones, él sabe que, si quiere salvar su legado de paz, tiene que derrotar a la derecha y eso es con unidad; quedan otros candidatos como Roy Barreras, Jorge Robledo, Iván Marulanda, Camilo Romero que no tienen la fuerza, ni los votos.
En la izquierda, el candidato más firme es Gustavo Petro, tiene electorado propio, la polarización le conviene, siempre se hace visible; está capitalizando el desastroso gobierno Duque y comienza a recibir apoyos importantes como el del senador ex-uribista, Armando Benedetti, que aunque sea un político tradicional envuelto en muchos escándalos será un magnífico escudero, él sabe conseguir votos en regiones y puede atraer otros apoyos de su misma elite para neutralizar miedos, que puede generar el exguerrillero; Petro, si quiere llegar, tiene que tender puentes con el Partido Verde, en especial con Claudia López a quien ataca constantemente, ahí está la clave.
En la derecha, la cosa está que arde, el Centro Democrático tiene tres apuestas que no están marcando en las encuestas, Carlos Holmes Trujillo, reconocido por su pésima gestión en el Ministerio de Defensa, está quemado; Paloma Valencia, quien no tiene altura de estadista, aunque claro; ella dirá, si llegó Duque, yo también puedo y por último, Rafael Nieto, este sí que menos; entonces, en medio del incendio de la zona franca y en los brazos de un bombero, aparece Tomás Uribe, quien ha dicho que no va, pero es obvio que a medida que comience a subir en las encuestas, no tendrá otra alternativa y su campaña estará basada en el discurso ‘trumpista’, frenar el comunismo en el que religiosamente cree la más primaria base uribista, vendiendo el miedo de que Colombia será otra Venezuela, que acabarán la propiedad privada, que hay un chavismo oculto y, lograr así, cambiar el foco de la campaña para desviar los malos resultados del gobierno Duque, por la crisis económica, en salud, seguridad, empleo y el desarrollo rural; el intocable Alex Char, puede ser su coequipero en la vicepresidencia para atraer a Vargas Lleras, Cesar Gaviria y a los clanes corruptos de regiones sobre todo en la Costa Atlántica, que ponen los votos y tienen como objetivo frenar a la izquierda como sea. Una eventual segunda vuelta entre Gustavo Petro y Tomás Uribe, estaría marcada por la polarización extrema entre los que votarían contra Petro por miedo y los que votarían contra Uribe porque no quieren más de lo mismo.