José Manuel Vera, alias Satanás, se convirtió en un dolor de cabeza para las autoridades colombianas porque desde las cárceles donde era recluido seguía extorsionando. Algo insólito, pero que se ha normalizado en Colombia.
El delincuente del ‘Tren de Aragua’ fue trasladado a Valledupar a la Cárcel de Alta Seguridad, ‘la Tramacúa’. El INPEC hizo el traslado sin informar a las autoridades locales y a la ciudadanía, quienes rechazaron el traslado del delincuente.
El INPEC, en respuesta, se comprometió a vigilar 24 horas a ‘Satanás’ y bloquear todas las llamadas. Porque desde las cárceles de Boyacá y de Bogotá amenazaba, e incluso mandaba a torturar cuando no pagaban.
Si a Valledupar llegan los peores delincuentes de Colombia también deben llegar los mejores policías y la más avanzada inteligencia. Es lo que esperamos con la Policía Metropolitana.
Sería grave abandonar la ciudad, conociendo que detrás de estos delincuentes vendrían sus cómplices a delinquir. Eso es lo que piensa nuestro perspicaz suscriptor Diego Romero: “Tenemos que ser muy ingenuos para creer que detrás de un criminal de tan alto pelambre no se va parte de su selecto grupo de colaboradores, y que con ello, no se aumenta por lo menos la inseguridad en su nuevo territorio de reclusión”.
El periodista Carlos Quintero Romero, de Maravilla Informa, opina distinto (en el grupo de WhatsApp llamado Foro Caribe):
“Yo quiero preguntar a los criminólogos, desde cuándo las organizaciones delincuenciales acostumbran a abandonar sus mercados rutas, estructuras urbanas , logísticas y hombres, para trasladarlas a las ciudades donde trasladan a su jefe; acaso se van a meter a la cárcel con él, o irán a visitarlos para que les hagan el seguimiento. Abandonar el mercado de Bogotá, Medellín y Cali, por venirse a robar celulares y carteras en Valledupar. ¿Y si lo hubiesen trasladado a Barranquilla o a cualquier otra ciudad de Colombia también entrarían en pánico sus habitantes?”.
Y continúa Quintero Romero: “Las cárceles tienen que existir donde haya jueces y tribunales y si son de máxima seguridad, mejor, por la simple razón de que los delincuentes tienen más vigilancia y restricciones, la cárcel de Valledupar se construyó con la última tecnología de las cárceles de Estados Unidos. Eso quiere decir que los reclusos no van a salir a delinquir de noche ni a reunirse con su banda los fines de semana en las discotecas y bares de Valledupar como piensan los criminólogos vallenatos que consideran que las cárceles son las causantes de la delincuencia”.
Y remata con gracia circense: “Con la lógica de que el jefe de una banda es seguido por sus integrantes a la ciudad que lo lleven, no han pensado que esto facilita la captura de esos sujetos de las autoridades, porque saben ubicarlos y si es en una ciudad pequeña y chismosa como Valledupar, donde el forastero se conoce a leguas, sería muy fácil la captura de toda una banda que se traslada de un lugar a otro como la carpa de un circo siguiendo a su jefe”.
Todo un debate con ribetes de desmadrado miedo. Es serio, no es el nombre sino el hombre.