Por: Jacobo Solano
Los gobiernos de hoy trabajan apegados a las encuestas porque es una herramienta muy efectiva para canalizar el sentir popular, yo se que a muchos no les gusta, sobre todo a contradictores políticos que piensan que si un mandatario está bien, es porque todo funciona bien. Aunque no es así, es la percepción de cómo se están haciendo las cosas para salir de los problemas y le otorgan al mandatario un liderazgo para llevar a cabo sus promesas de campaña, nunca antes los gobiernos habían estado tan supervisados por la opinión pública como hoy, lo que hace que cada encuesta sea un factor desestabilizador para bien o para mal.
El presidente Santos es una muestra del típico efecto yoyo, las cifras de popularidad en este año han variado de forma considerable: arrancó con un 64%, luego cayó al 48%, volvió subir al 60% y en este momento está en el 45%, el nivel más bajo desde que arrancó su mandato. Eso refleja que el presidente ha fallado en muchos aspectos y no ha logrado meterse en el corazón de los colombianos, a diferencia de su antecesor Álvaro Uribe quien siempre mantuvo regularidad en sus niveles de popularidad, incluso, en las peores crisis de su gobierno. Lo que ocurre con Santos es que es un presidente alejado de las regiones y con un estilo muy bogotano, que parecía haberse extinguido, en tiempos que los mandatarios son más cálidos con su pueblo, además es muy lento en manejo de crisis, cuando trata de reaccionar ya se le vino el mundo encima, como ocurrió con la reforma a la justicia, le causó la baja de 15 puntos de popularidad. La jugada de apostarle a un proceso de paz con las Farc, logró elevar su imagen por el optimismo que generó en el momento, pero poco a poco se ha ido diluyendo, la gente no cree en el grupo guerrillero y por el hermetismo que han manejado, se ha originado una percepción de que la negociación se está haciendo a espaldas a la sociedad civil. Tras la crisis de San Andrés, aumentó de manera considerable la desconfianza en cuanto al rumbo del país. Si bien es cierto que su gobierno es el que menos culpa tiene, nunca previeron la debacle, ni tenían un plan para contrarrestar un fallo tan lesivo para el país, además, ha titubeado mucho en si acata o no el fallo, generando una sensación de duda que la opinión toma como inseguridad. De acuerdo a la reciente encuesta: Un 83% no acepta que nos quiten nuestro mar, el 69% de los encuestados afirma que el país no va por buen camino, y todo porque no se ven avances en temas de salud, educación, inversión social e infraestructura que son tan sensibles a la hora de evaluar a un mandatario. A la pregunta ¿usted cree que el presidente ha cumplido con sus promesas? el 64% respondió no, desde ahí se nota el inconformismo y puede incidir en la contienda electoral que se avecina para Congreso y luego, para la reelección, ya que el 61% del país la desaprueba, lo que puede sepultar las aspiraciones de Santos.