Lunes Santo en Valledupar
Serie: relatos etnográficos
(PRIMERA PARTE)
Por Ramón Elías Duarte Quintero
reduartesq@gmail.com
Para responder este interrogante fue necesario vivir un Lunes Santo, no con el mismo fervor de la mayoría de los feligreses, pero sí con la atención y juicio que este acontecimiento católico merece.
Son las 3:30 de la madrugada, hace frío, a esta hora comienzan a llegar a la iglesia Inmaculada Concepción de la Plaza Alfonso López de Valledupar los fieles que por convicción se disponen a cumplir una cita con la fe, una cita con el Ecce Homo. A ellos se suman los hermanos de Jesús: nazarenos, cargadores y cuidadores.
A los fieles se les han anticipado una romería de vendedores de productos varios, quienes apostados en sus “caramancheles” han buscado la mejor ubicación-como diría el antioqueño Jaramillo “he ave maría, la plata está hecha…” –
Ayer domingo fue el último día de las novenas – las novenas son la preparación de una fiesta durante ocho días y el día de la fiesta es el noveno- y tal parece que la gente está más “picada” porque siguen llegando por montonones.
En el atrio de la iglesia me encontré con María del Carmen, un feligrés que se disponía ingresar al templo. Según María, el hecho de trabajar en labores domésticas y cuyo horario de ingreso es a las 6 de la mañana, es lo que le hace asistir a la misa de 4 de la madrugada, “vivo en la Ciudadela 450 años y tengo que aprovechar la misa de esta hora, porque así le cumplo al Santo y a mis patrones”, dijo la mujer llena de fe.
En cinco minutos inicia la jornada eucarística, la gente ingresa con mucha prisa, en ese afán abordé a Orlando Dangond Castro de la sociedad de Valledupar, cargador del Santo y quien manifiesta sentirse bien y que cada día que pasa crece su fe, “vivo agradecido del Ecce Homo porque me brinda sosiego y tranquilidad, y eso para mí es importante”, dijo el espigado hombre.
En esos momentos acaba de hacer su arribo el señor Gobernador y varios de sus secretarios, también logro ver al hombre de radio Jaime Pérez Parodi; en fin, todo un séquito de personalidades que han venido a venerar al santo moreno.
4 de la mañana, la eucaristía ha iniciado con la monición de entrada, la iglesia -pese a la hora- está llena, incluso el atrio y parte de la Plaza registra más de un centenar de devotos. Los que no pudieron ingresar les tocó escuchar la misa a través de altos parlantes.
Al salir, la sorpresa fue mayor, había más gente, por las cuatro esquinas de la plaza hacían su arribo como si se tratara de un espectáculo musical. De ahí en adelante, cada hora, hasta la una de la tarde, los sacerdotes de la Diócesis de Valledupar desfilaron por el presbiterio. El reverendo José Clavijo Méndez, cura párroco de la iglesia “Nuestra Señora La Concepción” donde se encuentra la imagen, dijo después de la misa que lo del Ecce-homo y otras advocaciones “son tradiciones que hay que respetar y como tal me siento orgulloso de presidir las de este año. Todo está listo para la procesión del Santo Ecce Homo”, sentenció lleno de fe.
Dicen que el culmen de los devotos del Ecce Homo es la procesión y a fe que sí porque lo que voy describir a continuación solo se compara con una final de festival Vallenato.
3:30 de la tarde, inicio un recorrido por la mítica plaza Alfonso López, esta vez los vendedores aumentaron, ahora los hay de todo, es como un mercado persa y en medio de ellos se destacan los que venden productos religiosos; esto me hizo recordar aquel pasaje bíblico donde Jesús advierte que la Casa Dios no pueden convertirla en un mercado…
Rafael Corzo cada año baja desde su natal Patillal a hacerle el quite a la mala situación, él vende los “milagros”-pequeñas figuras en forma de piernas, brazos, cabezas y cuerpos humanos- de oro y plata. “Todo lo hace la fe, cada figura representa el favor o la sanación que ha hecho el Santo, unos son a 2, otros a 3 y hay de 5 mil pesos, todo depende de la capacidad y alcance económico del devoto”, explica Rafael, quien a esa hora ya se ha vendido más de cien “milagritos”.
La tarde todavía está revestida del sol canicular del medio día, no obstante la gente sigue ahí, unos por fe,-la mayoría- otros por chismosearía y algunos por farandulear.
De repente se siente una fuerte romería, es la figura imponente del Santo que sale victorioso de la iglesia y se disponen subirlo a la tarima “Francisco el hombre” de la plaza Alfonso López, desde donde en contados minutos el señor obispo presidirá la misa campal.
Argénida Quintero, una norte santandereana radicada en Valledupar, ante el asombro que le causa el santo, se atreve a denominarlo el rey de todos los tiempos “yo llevo más de 50 años de vivir en Valledupar y por el poder de convocatoria que el Santo tiene, me atrevo a decir que es rey de ayer, de hoy y de siempre; los demás son inventados por el hombre de mundo”.
Cargadores, cuidadores y nazarenos hacen los más grandes esfuerzos para subir el pesado nicho que contiene al santo. Un fuerte aplauso y un viva se siente en la plaza. He ahí el hombre, el Ecce Homo ahora luce imponente, listo para la gran fiesta. No tiene acordeón, no canta, pero alivia las penas físicas y espirituales de miles de personas que han venido a pedir su ayuda. En la parte delantera, como si se tratara de una zona VIP, se han apostado cómodamente las autoridades civiles y militares; junto a ellos, muy sumisos y en posición de orantes, se encuentran algunos dirigentes políticos y gremiales. Unos y otros tienen un objetivo común: hacer presencia ante la magnificencia de esta fiesta religiosa.