El 31 de marzo de 1975 Poncho Zuleta con el “Consagrado” Colacho Mendoza dieron a conocer su producción musical titulada “Una voz y un acordeón” y en el corte número 5 del lado B incluyeron la canción “Recuerdos de mi pueblo” de la autoría de Camilo Namén, la cual viene a mi mente en este día cuando estando en Bogotá recuerdo que es 22 de mayo día de Santa Rita de Casia patrona de Monguí, mi tierra natal.
La nostalgia llega a mí como bálsamo embriagador, mi mente parece en su ejercicio retrospectivo rememorar que un día como hoy mis dos madrinas Zunilda Amaya y Olga Ibarra y mis dos padrinos tío Tomás y Julio Mendoza me llevaron a la pila bautismal donde previa fumigación con el agua bendita, que después cayó sobre la poncherita de peltre de rigor fui ungido como hijo de la Santa Madre Iglesia.
Recordé la primera vez que vi un acordeonero de carne y hueso cuando en una parranda frente al altar de la Patrona conocida como “Santa Rita la chiquita”, Monche Brito después de varias horas de chistes, cuentos y asertos campechanos tocó un merengue que sabía a gloria “La villa del Rosario”, para los muchachos del pueblo eso era cosa del otro mundo, esa sola canción justificó la larga espera y nació para mí el amor por el acordeón, el único instrumento musical que medio ejecuto, no como Emilianito mi acordeonero favorito pero tampoco soy un desastre.
En la misma fecha, un año después pude presenciar nuevamente el toque de un acordeón con conjunto más formal, fue en el salón de Nelis Pereira donde amenizaba una parranda Darío Díaz, era para nosotros la realidad de lo que antes creíamos una utopía.
Este día del calendario santoral es fecha escogida por la gente monguiera para regresar a su pueblo para “Verle la cara” a la Santa Patrona, y en su víspera todo el pueblo se da cita en el parque frente a la capilla donde ella permanece rodeada de flores y velas mientras la gente baila, bebe, conversa y come porque también ocupa un lugar importantísimo en derroche gastronómico, todo en honor a las más milagrosa y que ha sido nuestra sombra tutelar desde cuando vimos la luz de la vida.
La devoción por Santa Rita ha sido heredada de generación en generación y tengo frescas en la memoria las concurridas procesiones y como la que a esta hora debe estar recorriendo la tierra donde enterraron mi ombligo y también la que hacían por los roseríos en tiempos de prolongado verano para “Que hiciera llover” respecto de lo cual sucedió un hecho misterioso y anecdótico.
Resulta que una vez pidieron prestada la Santa a “Pule” su dueña para llevarla a la región de Songó y cuando la llevaban en la procesión a caballo disparando al aire con sus escopetas y tirando voladores los propietarios de fincas que iban en la procesión convidaron al tío Simón Deluque y éste dijo que no iba, que no creía en eso y pasó algo curioso ese día después de varios meses llovió en todos los predios del sector menos donde Tío Simón.
Justificada entonces nuestra fe y también la sensación melancólica que embriaga nuestro corazón cuando nos sentimos lejos del terruño en un día de fiesta, ahora puedo comprender mejor a Manjarrez con su “Ausencia sentimental”.