El duelo no termina para las familias de las 11 personas que atadas de pies y manos, a media mañana, fueron asesinadas por miembros del frente paramilitar ‘Juan Andrés Álvarez’ en el corregimiento de Santa Cecilia, jurisdicción de Astrea, el 28 de enero del 2000. Hoy, 16 años después, instituciones como el Centro Nacional de Memoria Histórica, el Centro de Memoria del Conflicto en el Cesar, la Unidad de Víctimas territorial Cesar-La Guajira y la Alcaldía Municipal, los acompañarán en la conmemoración de esta dolorosa fecha.
Gracias a un trabajo investigativo realizado por el Centro de Memoria del Conflicto en el Cesar, en el que se relata la afectación de sus costumbres culturales luego de la masacre que inició a la 1:00 de la madrugada cuando sacaron a las personas de sus casas y finalizó a las 10:30 de la mañana al asestarles a la mayoría tiros de gracia, la comunidad de Santa Cecilia entró a la lista de reparación colectiva por parte de un grupo interinstitucional orientado desde el Gobierno Nacional.
“Lo miembros de la comunidad de Santa Cecilia se acercaron y manifestaron que querían que la historia se supiera. Hacer la historia sí sirvió para la comunidad porque entendieron su derecho a la verdad. Cada 28 de enero la comunidad había conmemorado esta fecha, las familias siempre la recordaban, hacían una misa. Exactamente, de las 11 víctimas de la masacre, seis están enterradas en el pueblo, las otras cinco están sepultadas en El Paso, Valledupar y Becerril. Las familias iban, prendían unas velas, pero ellos solamente, asumían su tristeza a solas.
Esa investigación contribuyó a que la Unidad de Víctimas tuviera un diagnóstico del daño para empezar a hacer su reparación colectiva. En el 2014 empezó la elaboración del plan de reparación colectiva, que cobijará varias medidas, 36 en total, allí se vincula la institucionalidad que se requiera”, explicó la coordinadora del Centro Nacional de Memoria Histórica en el Cesar, Juliana Fúquene.
En este sentido, las medidas de reparación que hoy se materializarán para la comunidad de Santa Cecilia son: emisión de un documento sobre la transformación o terminación de las prácticas culturales antes y después de la masacre, que incluye historias de vida de los asesinados; apoyo en la conmemoración de la masacre mediante el acompañamiento interinstitucional, que permita reflexionar sobre los Derechos Humanos y se dignifique a las víctimas; poner lápidas sobre las tumbas de seis de los restos óseos que permanecen en el cementerio del pueblo, debido a que los cinco restantes ya las tienen, y la entrega de una placa conmemorativa en la que se relate la masacre ocurrida, en cuanto a esta, la comunidad aún no ha acordado el sitio en que será puesta.
El pasado aún duele
“No es fácil hablar del tema, me duele mucho volver a ese momento”, relató a EL PILÓN Osmany Ortega, quien en la masacre perdió a su esposo Darwin Salcedo Rangel, de 28 años, quien era docente de la única escuela del corregimiento; a su madre Rosa Elvira Rojas Quintero, de 35 años, que dejó a ocho hijos huérfanos; y a su tío Néstor Ortega, quien acababa de ser elegido como concejal y era el inspector de Policía.
En ese momento, Osmany contaba con 19 años, con su esposo ya tenía un hijo de 5 años y venía otro en camino.
“Esa situación me llevó a madurar a la fuerza, mis hermanos quedaron pequeños, el menor tenía 6 años. A todos los mataron por ser quienes estaban pendiente de las necesidades de la gente”, afirmó la mujer.
Para ella, las audiencias con alias ‘El Tigre’, quien comandaba el frente paramilitar que ejecutó el hecho sangriento, no han sido suficiente para encontrarle explicación a las dudas que rondan su cabeza. “Él dice que eso fue mala información, que él recibió una orden de ‘Jorge 40’ y que tenía que cumplir. Siempre ha dicho lo mismo, además que le puso alias a la gente que mató, sabiendo que ninguno era guerrillero”, señaló.
Según Osmany Ortega, “todos sabemos que eso es mentira; eso se debió a intereses económicos. La gente en los pueblos es muy resentida, envidiosa y se mueven cosas más grandes sobre las masacres que se hacen. Ojalá algún día sepamos”.
Luego de la masacre, Osmany enterró a sus seres queridos: a su madre en Santa Cecilia y a su esposo en El Paso; empacó los pocos enseres que tenía y junto a sus hijos y hermanos viajó hacia Valledupar. “Mi abuela tenía una hija en Valledupar, en el barrio 25 de Diciembre, me sentí terrible porque llegamos más de 20 personas a vivir en una sola casa y el arrendador nos dijo que éramos muchos”.
En la capital del Cesar, esta mujer ha hecho de todo por sobrevivir junto a su familia. “He vendido pescado, galletas y ahora vendo cerveza porque es ‘la que me da la mano’. Vivo ahora en Los Milagros en la casa de mi hijo, que afortunadamente no recuerda mucho ese día, solo alcanzó a ver a su papá tirado en el piso”.
Pese a lo que sufrió, cree en salir adelante en tierra ajena. “Terminé el bachillerato en el 2008 y he hecho cursos en el Sena sobre Cocina, Mercadeo, Ventas y Servicio”. Sin embargo, hoy volvió a la suya, Santa Cecilia, porque, aunque duela, el recuerdo de sus seres queridos no se esfuma, como sí quisiera que sucediera con el 28 de enero del 2000.
De vuelta al pueblo
Al ocurrir la masacre, solo tres familias se quedaron en Santa Cecilia, viviendo de lo poco que podían obtener de esa tierra, en otrora, fértil para todos y compartida entre hacendados y campesinos.
Con los procesos de desmovilización de los diferentes frentes paramilitares que operaban en el Cesar, los desterrados habitantes de este corregimiento fueron retornando a sus hogares. De este modo, ya son más de 500 personas las que recuperaron los espacios donde antes vivieron. Sin embargo, el sostenimiento en esa tierra no ha sido fácil, “luego de la masacre, se ha dado la economía de la palma de aceite y se encuentra en la mano de pocos.
En su momento esa zona se dedicó a cultivos de pancoger y ahora a la palma, que no se come”, explicó Orlando Carreño, sociólogo del Centro de Memoria del Conflicto en el Cesar.
“Lo importante es que llegamos a la comunidad atendiendo el llamado de su propia gente, entre ellos el señor Fermín López Sáenz, quien eran el presidente de la Junta de Acción hasta hace poco. Ellos están interesados en que se conozca la historia. López era el curandero del pueblo, pero en el proceso que se hizo de reconstruir memoria ese liderazgo se visibilizó”.
Para Carreño, “el tema de las masacres creó unas culpas y la gente terminó creyendo que lo que les pasó, tenía que pasarles. Querían contarlo, pero todavía existía miedo. El paramilitarismo estaba mandando hasta en instituciones, y el miedo de ellos radicaba allí. Querían contar su tragedia a partir de la afectación de sus prácticas culturales”.
Explicó el miembro del Centro de Memoria del Conflicto en el Cesar que “los campesinos tenían una relación muy cercana con los hacendados, a través de la ‘manovuelta’, que era un vínculo comercial entre ambos: mientras hubiese veda de pescado, los campesinos cultivaban maíz, patilla y yuca en tierras prestadas por los hacendados, mientras que las mantuvieran limpias”.
Lo importante en este retorno es que los habitantes de Santa Cecilia han podido contar su historia. “Contaron algo muy doloroso. La gente adquirió conciencia de lo que perdió, no solo el cerdo o la gallina. La relación con el río, con los vecinos”, señaló Carreño.
Comentó el sociólogo sobre las prácticas culturales perdidas. “Ya la gente no iba al río Cesar porque allí permanecían los paramilitares y ese era el lugar donde los habitantes de Santa Cecilia jugaban, pescaban y lavaban ropa. Prácticas que eran de ellos y los paramilitares cambiaron todo. Ellos también hacían carnavales y dejaron de hacerlos por temor; incluso algunos padres comentaron que dejaron de mandar a sus hijas a estudiar a Arjona, corregimiento de Astrea, por miedo a que algún paramilitar se metiese con ellas en el camino. Esa población en gran parte es iletrada, es un daño grave a su educación; en el 2013 algunas se graduaron; el profesor antes no quería entrar hasta Santa Cecilia”, precisó.
También relató sobre el proceso de empaje, práctica ancestral para cubrir el techo a las casas de bahareque, “las mujeres hacían comida y así los vecinos ayudaban a construir las casas, se fortalecían las relaciones sociales. Luego de la masacre, entre los vecinos se perdió la confianza, pensaban el uno del otro que ese le había echado al paramilitar”, agregó.
Reivindicación con Santa Cecilia
Visto como una oportunidad para transformar a Astrea y por supuesto, sus corregimientos, el pasado 28 de octubre fue elegido alcalde Sandy Sepúlveda. EL PILÓN dialogó con el mandatario, quien comentó sobre el evento que hoy jueves se realizará en Santa Cecilia.
Además de las placas conmemorativas, Sepúlveda resaltó que serán sembrados árboles como símbolo de vida que nace en este golpeado corregimiento.
“Estamos hablando con las secretarías de Agricultura y Medio Ambiente del Cesar para mirar el río Cesar, que sabemos se ha contaminado también por los cultivos de palmeras”, dijo.
Según el mandatario, “a Santa Cecilia le llegó el momento de que la institucionalidad esté presente en todos los momentos. Queremos rescatar posibilidades de vida para todos ellos, recuperar un sector golpeado hace 16 años, pero tenemos que espantar esos miedos”.
En este sentido, Sepúlveda afirmó que ha exigido tanto a la Policía Cesar como al Ejército y al Departamento, apoyo permanente para ofrecer seguridad en su municipio. “La seguridad es primordial y es atacar a las bandas que quieren resurgir en Astrea, tengan seguro que los organismos de seguridad van a ser contundentes. Estaban reorganizándose las bandas criminales y exigimos que hubiese más Ejército, Policía, Sijín, investigadores para generar más paz”, dijo.
Concluyó que, elabora el Plan de Desarrollo Municipal, donde incluirá proyectos para el arreglo del cementerio corregimental, la infraestructura del centro de salud y la escuela de Santa Cecilia. Adicionalmente, se contemplarán inversiones para la construcción de jarillones y escenarios de recreación.
El trabajo que apenas inicia
En Colombia existen 330 casos de reparaciones colectivas, de las cuales nueve son del departamento del Cesar, incluida entre ellas la de Santa Cecilia. El director de Reparación de la Unidad de Víctimas Territorial Cesar, José Blanco Calderón, explicó que desde el 2013 inició este proceso en el citado corregimiento, donde no existen solicitudes de restitución de tierras puesto que gran parte de sus habitantes son tenedores, no poseedores.
“En el momento ejecutamos la estrategia de reconstrucción del tejido social, que busca dentro de las prácticas culturales que la gente vuelva a hacer lo que hacía antes de esos hechos”, precisó.
En cuanto a las indemnizaciones que deben recibir los retornados, en especial las familias de las víctimas, “se va avanzando paulatinamente puesto que es un tema individual”. No obstante, destacó proyectos como la dotación del puesto de salud y está pendiente el de la escuela; así mismo la reconstrucción de un kiosco como espacio comunitario, el fortalecimiento cultural mediante campeonatos de fútbol, entre otros.
Aún no se ha definido el lugar en donde se instalará la placa conmemorativa en honor a las víctimas de la masacre.
Por Jennifer Del Río Coronell
Video por: Centro de Memoria del Conflicto Cesar