El barrio San Joaquín es uno de los barrios tradicionales de Valledupar, casi completa los 62 años desde que Joaquín Martínez Zuleta, propietario de esas tierras, decidió vender por lotes parte de su propiedad.
Las personas que aún habitan allí aseguran que Don Joaquín les vendió cómodamente, le pagaron como podían hasta que adquirieron sus títulos. Poco a poco se fue habitando el barrio, que entre calles de herradura fue vislumbrando su progreso y hoy se constituye como uno de los mejores barrios de la ciudad.
Así lo cuenta a NUESTROS BARRIOS Hilda María Marín Redondo, una líder comunal de 87 años que ha vivido 64 de sus años en el barrio, llegó desde El Tablazo, un corregimiento de San Juan del Cesar, La Guajira, a buscar mejores oportunidades,. “Llegué y construí una casita de barro, éramos pocos los que vivíamos en este monte, pero aun quedamos muchos de esa época”.
En tanto, Cecilia Jiménez Zuleta asegura que su padre José Benito Jiménez pagó 3.000 pesos por un lote de 525 m2, donde construyeron una casita de barro que hoy mantienen intacta y es un monumento a las costumbres vallenatas, hoy conocido como ‘Museo El Cuartico’.
Ni Hilda ni Cecilia están seguras del año exacto en el que nació el barrio, pero es posible que supere los 64 años. “Debemos citar los nombres de los pioneros de este barrio: Joaquín Martínez, José Benito Jiménez, Juan Thomas Jiménez, Olga Leonor Molina, Ana Gertrudis Vega, Ilberto Redondo, Alejandro Acosta, Antonio Mejía, y otros nombre que se nos escapan”, agregó Jiménez Zuleta.
Según los habitantes del sector, después que tumbaron los bares ‘las piedritas’ fue cuando empezó a mejorar su calidad de vida, si bien es cierto que tenían una acequia cerca, no podían proveer el agua para el consumo humano, solo contaban con una pluma pública ubicada donde funcionó por años La Tropicana, hasta donde debían madrugar y caminar con baldes para recoger agua.
El tiempo fue pasando y San Joaquín fue avanzando; años más tarde, durante el mandato del entonces alcalde Rodolfo Campo Soto, llegó la pavimentación. “Logramos pavimentar muchas calles. Cada calle formaba su comité, ponía la mano de obra, el municipio colocaba el material de arrastre y los habitantes de cada casa ponían el cemento; las actividades que se hacían en la época eran para recolectar fondos en cada familia y así por casi 176.500 pesos nos salió la pavimentación de la calle en ese entonces”.
Hoy el barrio cuenta con todos los servicios públicos, la armonía, la unión, el respeto son consignas del barrio. “Nos enteramos que uno de los vecinos está enfermo y vamos a visitarlo, me dicen mis hijos que eso ya no se ve; aquí aun conservamos esas costumbres”, dijo Gertrudis Vega.
Jairo Alberto Mejía, presidente de la Junta de Acción Comunal, cuenta que quisieran que “nuestros viejos fueran eternos, aquí la mayoría mueren de muerte natural, pero cuando se va uno, es como si se fueran jalando, luego se va otro y así. Ya nos da temor”.
En el barrio San Joaquín impera la unión y la fraternidad, es una comunidad con pocas problemáticas, pero con muchas cosas positivas que destacar, entre ellos su gente y el calor humano y la pujanza que los identifica.
Por Ariadne Osorio Ponce / EL PILÓN
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