Comenzó el mes de septiembre, y el gobierno nacional a través del Ministerio de Cultura impulsa una programación denominada “Mes del Patrimonio” en todo el país con fin de generar espacios para que los colombianos conozcan las herramientas necesarias de gestión, protección y salvaguardia de los bienes patrimoniales de la nación.
Exposiciones, visitas guiadas a museos, conciertos, conferencias y otras actividades se han programado para que recordemos que la historia simbolizada en bienes materiales e inmateriales es lo que nos hace entender nuestra realidad actual. Valledupar no es ajena a la celebración, y cada año se suma a esta interesante jornada con el liderazgo de la Fundación Amigos del Viejo Valle de Upar Aviva, que a partir de mañana, en la Iglesia Inmaculada Concepción, abrirá una exposición fotográfica sobre el arte religioso del período colonial en Valledupar y continúa todo el mes con una serie de actividades.
Aterrizando un poco más en los bienes patrimoniales de los vallenatos, cuando del tema se trata, hay dos conceptos que no podemos dejar de lado: el olvido y el abandono. Para nadie es un secreto que el patrimonio cultural de Valledupar va de mal en peor. La arquitectura colonial representativa de nuestros ancestros se desploma poco a poco ante la indiferencia de las autoridades y aunque se anuncian proyectos, todo sigue igual. Sin embargo, hay que reconocer que desde el 2008, Aviva desarrolla labores de identificación, valoración, protección, conservación y divulgación del patrimonio cultural en Valledupar, especialmente del Centro Histórico de la ciudad. Es un trabajo que hay que destacar.
Otro de los temas que busca resaltar el ministerio de Cultura con el Mes del Patrimonio, es la campaña contra el tráfico ilícito de bienes culturales y a propósito del particular, es realmente lamentable la suerte que ha corrido el Museo Arqueológico de Valledupar, que después de haber funcionado en el tercer piso de la Casa de la Cultura con más de 300 piezas que representaban las culturas Tayrona y Chimila, fue quedando en el olvido sin que autoridad alguna se hiciera responsable de la colección, hasta el punto que cerró sus puertas al público y destinado para un salón de música. Las piezas fueron trasladadas a la Escuela de Bellas Artes y luego pasaron de manera dispersa a adornar estantes en oficinas de entidades como la Gobernación del Cesar, la Academia de Historia, y otros lugares. Es una verdadera lástima.
El Museo Arqueológico, que otrora fue sitio obligado de turistas, e investigadores de la historia, se desintegró en su totalidad, y del destino de la totalidad de sus piezas no se tiene certeza. ¿Se podrán recuperar esas piezas y conformar de nuevo el museo? ¿Dejarán las entidades competentes que lo que queda de la colección se siga perdiendo, privando de esta manera a las nuevas generaciones de conocer una parte fundamental de la historia de los pueblos indígenas de nuestro territorio?
En este mes, no solo hay que reflexionar, también hay que actuar. Salvemos y preservemos nuestro patrimonio.