Por Rodolfo Quintero Romero @rodoquinteromer
Es de lamentar que, con sobrada razón, el alcalde de Valledupar haya prohibido la celebración de los carnavales 2013, por los hechos vandálicos ocurridos el pasado año.
Sin embargo, todos sabemos que la verdadera causa es otra. El problema de fondo es la ausencia de una institucionalidad robusta y moderna capaz de organizar un carnaval para una ciudad de cuatrocientos mil habitantes.
Herencia, de las administraciones pasadas, que le toca asumir a Socarrás Reales, porque ya no es posible manejar la complejidad de unos carnavales con el modelo organizativo que mostró su validez en el Valledupar de antaño.
Evitemos buscar el ahogado aguas arriba. No tendríamos partidos de futbol en el mundo si estos dependieran de la conducta de las barras bravas; y, también el carnaval de Río de Janeiro habría desaparecido, hace años, apabullado por el creciente número de crímenes que en él se cometen.
No es el vandalismo el que causa la desorganización. Es al revés. Son las fallas organizativas las que generan el desorden.
Aquí hemos vivido casos más graves que los que hoy nos alarman. En los años sesenta del siglo pasado, en los “salones de carnaval”, personas disfrazadas perpetraron algunos asesinatos que asustaron a la población. Recuerdo, que muchas voces exigieron la cancelación de las fiestas; no obstante, se prefirió prohibir los hermosos capuchones más no los carnavales.
Es que el carnaval es la antítesis de la violencia. Es una catarsis pacífica de alegría colectiva y popular que incita a burlarse de las autoridades, los poderosos, circunspectos y estreñidos que en la sociedad se empollan. La ocasión para recordar, con irreverencia y picardía, los sucesos económicos, políticos y sociales del año que pasó.
No ha creado el hombre jolgorio más liberal, más democrático ni más incluyente que esta fiesta de liberación de los formalismos sociales; disfrute, sin censuras, de los placeres paganos; y, abolición fugaz de las diferencias de estatus, alcurnia y poder.
Un invento de esta naturaleza no se puede acabar en forma definitiva bajo ningún pretexto. La tradición carnavalera de Valledupar es centenaria. Mucho más antigua que la del Festival. Lo que tenemos que hacer es rescatarla y adecuarla a los tiempos modernos.
Hay que crear una Fundación que se encargue de organizar, con un enfoque empresarial, el próximo carnaval. Tomemos el de Barranquilla como referente. Una ciudad con más población y mayores niveles de inseguridad que Valledupar.
Algunos arguyen que no requerimos más fiestas y que es suficiente con el Festival Vallenato. Se equivocan de cabo a rabo. Lo que necesitamos, por el contrario, es organizar más eventos, de distinto carácter, que atraigan muchos turistas que dinamicen nuestra economía.
Pasto, para no hablar de Barranquilla, ha logrado posicionar su carnaval de “Blancos y Negros”. ¿Por qué no podemos hacerlo nosotros? No es una tradición que haya que inventar. Cuenta, además, con música y coreografía propia: El Pilón, nuestra canción y danza más representativa.
Con buena organización, educación ciudadana y apoyo de la comunidad, podríamos contar con otra actividad cultural, de las dimensiones y éxito del Festival, que consolidaría a Valledupar como una ciudad lúdica y hedonista.
La preparación del carnaval 2014 debe comenzar ya. La Alcaldía, en alianza con el sector privado y los líderes barriales, puede asumir este compromiso en pro de la cultura y el desarrollo económico de la ciudad.
Momo, Baco y Arlequín, dioses de la alegría, la fiesta, el vino, la burla y el mamagallismo, nos lo agradecerán eternamente.