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Salvar nuestro planeta

Vivimos en una época sin precedente en la historia. En efecto, como nunca antes la especie humana ha impactado tanto el espacio planetario en intensidad, escala y velocidad, a tal punto que estamos viviendo lo que el escritor J. Mc. Neill en 2001 llama un “gigantesco experimento sin control” de inesperadas y dramáticas consecuencias.

Algunos de los principales indicadores de esta situación de emergencia se encuentran en el uso de la energía (los seres humanos probablemente han consumido más energía del 1900 a la fecha que durante toda la historia anterior), la economía global (la economía del mundo es hoy 120 veces mayor que la del 1500) y la población humana (durante el siglo XX la población total se multiplicó por cuatro) según lo expresó (Mc.Neill 2001).

Todo ello ha dado lugar a una nueva precepción: por primera vez en la historia se vive en un periodo decisivo en el que lo que está en juego es nada menos que supervivencia de la especie humana y todo el hábitat planetario. Este reconocimiento, que surge del panorama revelado por la exploración científica del ecosistema global, envía de inmediato a un segundo plano todas aquellas cuestiones que bajo el ojo normal aparecían como sustanciales y sitúa el dilema entre supervivencia o catástrofe en el centro de todas las cosas. Esta conciencia de la crisis ecológica es a la humanidad como especie lo que la conciencia de la muerte es al ser, ahí en cuanto ser afirma Garrido-Peña (1996), para continuar señalando que “desde la crisis ecológica la humanidad es plenamente una especie mortal, porque ya sabe que puede morir”.

Este vivir (y con vivir) con un peligro latente y creciente con una amenaza de magnitud global tiene profundas consecuencias en todos los órdenes de la vida social. En tanto la amenaza va subiendo los peldaños en la escala del riesgo, todo conflicto intraespecífico, es decir, entre sectores humanos, no importa su amplitud geográfica o su relevancia social, se va encuadrando cada vez más dentro de este juego supremo entre la supervivencia y la catástrofe. En última instancia los conflictos y sus soluciones terminan derivando en acciones que mueven la balanza hacia alguno de los dos lados: o desactivan realmente los mecanismos que contribuyen a agudizar las amenazas sobre la supervivencia o se convierten, no obstante su aparente carácter de soluciones en meros paliativos que resuelven temporalmente las situaciones de crisis, pero que en el fondo y a mediano plazo coadyuvan a acelerarlo.

Esta nueva situación, desconocida por sus consecuencias e implicaciones, se encuentra por supuesto determinada por la integración de las acciones humanas (económicas, sociales, informativas, entre otras) en el espacio planetario; es decir, es una de las tantas nuevas consecuencias del proceso globalizador.

Esta crisis ecológica que es una expresión tangible y concreta del proceso de globalización es a su vez, la consecuencia más relevante del impresionante desarrollo y expansión de la civilización industrial y sus aparatos tecnológicos. Dicho de manera más directa, la crisis de la supervivencia de la especie humana y entorno planetario es la expresión más acabada del carácter perverso que ha tomado la globalización del fenómeno humano bajo las lógicas impuestas por la sociedad industrial dominada por el capital.

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Hernan_Maestre_Martinez: