Una de las críticas que nos hacen a los periodistas y a los medios de comunicación es que los temas positivos la mayoría de las veces no son noticia, o – dicho de otra manera- que siempre estamos hablando de cosas negativas: guerra, escándalos y tragedias.
Hoy quiero señalar uno de los aspectos positivos de la economía de Colombia, que además es reconocido por instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la misma OCDE: la estabilidad de su economía y la reducción de la inflación, en particular.
En materia de inflación, las cifras muestran que en los últimos tres años esta se ha reducido y ha bajado de un índice de precios al consumidor (IPC) de 5,75 por ciento, en 2016; a 3,8 por ciento en 2019 y se estima que puede seguir bajando y llegar a 3,4 por ciento, este año, que es la meta fijada por el Junta Directiva del Banco de la República. Ojalá y así sea. Lograr bajar la inflación y mantenerla bajo control es un activo muy valioso.
En contraste, países como Argentina, donde tuve la oportunidad de estar recientemente, tienen muchas cosas positivas: un gran turismo, un sector agropecuario fuerte y una agenda cultural envidiable en Buenos Aires, pero con un gran lunar: una alta inestabilidad económica, que hace que, por ejemplo, un turista no sepa a qué precios le van a pagar el dólar americano.
En nuestro caso, negociamos un domingo a $52 pesos argentinos por un dólar americano; otro día a $74, otro día a $68 y en una ocasión hasta a $80 pesos argentinos por un dólar. Esto es el reflejo de una inflación cercana al cincuenta por ciento en el último año. Increíble.
Colombia ha sido objeto de estudio en distintas facultades de economía del mundo por ser un país de inflación moderada, a la baja y persistente. Adicionalmente, en los últimos dos años el incremento del salario mínimo se ha realizado varios puntos por encima del IPC, lo que refleja un aumento en la capacidad real de compra.
En efecto, para 2018 el reajuste del salario mínimo legal fue del 5,9 por ciento, para iniciar el año siguiente con un valor de $781.242. También se reajustó en una tasa similar el subsidio de transporte. Para 2019 el reajuste del salario mínimo fue del 6, para establecerlo en $828.116, frente a un incremento del 3,18 % en el IPC. Para este año, el gobierno decidió fijarlo en $877.803 y un subsidio de transporte que se fijó en $102.854; frente a una inflación, insisto, estimada en 3,4 por ciento.
Es decir, es evidente que, en los últimos tres años, el aumento del salario mínimo ha estado por encima de la inflación varios puntos y esto representa, sin lugar a dudas, un incremento en la capacidad de compra de quienes devengan esta asignación. Mayor capacidad de compra, es bienestar económico.
Esto no quiere decir que estemos en el paraíso, ni más faltaba. Es mucho lo que falta por hacer y lo que puede hacer el Estado en controlar los reajustes en materia de servicios de salud, educación y servicios públicos. Pero la evolución de la relación precios-salarios en los últimos años es favorable a los trabajadores.
Esa estabilidad, que también se ve reflejada en las tasas de interés, principalmente en la que cobra el BanRepública a los bancos comerciales, es un buen estímulo para la inversión y demuestran que, en medio de tantas cosas negativas, somos un país que tiene una gran estabilidad económica y esto es buen para la inversión y la percepción crediticia del país. Esa estabilidad es un gran bien público, un activo, que nos favorece a todos.