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Salario mínimo, una asignación de hambre

Cada mes de diciembre, el gobierno y los gremios le hacen una encerrona a los trabajadores a través las centrales obreras que aparentan defender los intereses de sus afiliados. Allí hablan de cosas que desconocen quiénes devengan un SMM: productividad de los factores, inflación y empleabilidad de las decisiones a tomar que los gobiernos encomiendan a terceros.

La productividad de la mano de obra siempre es mayor que la de los otros factores; sin embargo, la ineficiencia de estos es cargada a quienes rinden más; los resultados se conocen de antemano. En una serie de tiempo que tomé entre 1999 y 2018, la inflación siempre superó a la tasa de incremento salarial así que cada año los trabajadores con el SMM resultaban ganando menos que en el año anterior, en términos reales, con una pérdida de valor adquisitivo de 1.13% anual promedia.

Solo en 2019 el incremento de los salarios superó el de la inflación (6.00 vs 3.86%) y el gobierno hizo una alharaca porque dizque este había sido el mayor incremento salarial de la historia, cosa que no es cierta pues en muchos años del periodo analizado el SMM tuvo incrementos superiores al 6%, llegando, incluso al 10% como ocurrió en los años 1999 y 2000.

La pérdida es demostrable; en 2019 el SMM aprobado fue $828.116 mientras que en 1999 fue $236.460. Si desde 2019 hacemos un ajuste por inflación, regresivo hasta 1999, encontramos que el actual SMM es equivalente a $225.226, menor que el de ese año. Por otro lado, si el incremento salarial para cada año se hiciera ajustando el del año anterior por el IPC, en 2019 habríamos llegado a $837.108 (mayor que los $828.116 de hoy) y a $868.918 en 2020 (no), tendríamos un aumento vegetativo con el mismo poder adquisitivo que el de 1999.

En este caso, no podríamos hablar de incremento sino de ajuste por inflación, sin la parafernalia que se hace cada año; ese es el fraude legalizado que nos quieren vender; es la clase obrera la que asume los costos de la inflación y no el patrón.

Eh ahí, la clave de la desigualdad. Esa es la realidad que empobrece al 61.5% que devenga uno o menos de 1 SMM, un sector de los cuales clasifica como clase media, que este año se ubicaría entre $270.000 (línea de pobreza) y $3.312.000 (más o menos 4 SMM). Esa es nuestra aliviada franja de la llamada clase media, una clase fantasma ubicada en una zona de riesgo sin ningún soporte técnico.

Una persona que devengue $269.000, por $1.00 menos dejaría de pertenecer a este club socioeconómico. Estas diferencias son tan frágiles como las fronteras entre los países. ¿Quién dijo que tal país solo llega hasta el río X? Ninguna familia con 3.1 personas/hogar puede vivir dignamente con un SMM. Una prueba irrefutable: tengo tres empleados en un pequeño negocio agrario donde se ahorran vivienda, servicios públicos, transporte, tienen acceso a la leche y he visto como comen; les pago por encima del SMM y llegan raspando a la quincena. ¿Cómo hacen los que no laboran en el campo? Jamás saldrán de la trampa de la pobreza. ¿Quién aportará más o le quitará menos a la economía, un “pigua” o un congresista o ministro?

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