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Sacha y el candidato

Sacha es una perra loba siberiana, parece una escultura de nieve andante, destella ternura entre los niños y simpatía en los adultos.  Es motivo de adioses de los niños cuando su dueña suele pasearla por las tardes en las calles de su barrio, y llama la atención como mueve el espiral de su cola.

Sacha es referencia obligada para todo el que llega a casa de su dueña. El padre de la dueña es un abogado que hace poco perdió a su esposa, también abogada con un importante cargo en la rama judicial. Hoy es uno de los que más pasea a Sacha, esa afición es reciente, antes se oponía a la petición de su hijo. Los padres al final terminan cediendo a los gustos de los hijos. Ahora, todas las tardes recorre las calles y visita el parque de su barrio agarrado del collar de Sacha, quien feliz mueve su cola y obedece mansa a los menesteres de su guía. En un rincón del desolado parque hace sus deposiciones a la misma hora de siempre.

Pasear a Sacha es una distracción para un hombre cerca de 60 años; aun la ausencia de su esposa es un tizón encendido en sus manos. En las noches sus amigos vecinos le invitan a jugar parqué, un sano juego donde el cigarrillo y el licor están prohibidos. Solo se permite un termo de café. En esa rutina han desarrollado la pedagogía del buen perdedor, porque no se apuesta dinero. El ganador celebra su triunfa con carcajadas. Lo mismo hacen los perdedores.

Donde hay un grupo de hombres, la política termina por inmiscuirse. Entre dos meses son las elecciones de La Junta de Acción Comunal del barrio, y todos coincidieron que el abogado es el candidato ideal, además le sirve de distracción para amainar el peso de la viudez. Cuando le hicieron el ofrecimiento, de inmediato lo rechazó. El recuerdo de las tres derrotas consecutivas a la Alcaldía de su pueblo, un modesto municipio ganadero a orillas del río Magdalena, todavía es hiel en sus labios. –No quiero saber nada de elecciones, a eso no le juego-, respondió.

Los episodios de la última derrota le pesaban en la memoria.

“Dos horas después de finalizar las elecciones ya festejaba con sus seguidores, su ventaja era de 300 votos sobre el segundo candidato. Solo faltaba un caserío cuyo potencial electoral era de 90 votos, pero cuando llegó el delegado de la Registraduría, acompañado de hombres armados, trajo el informe de 490 votos todos a favor del segundo”. Y sin derecho a reclamos, dijeron los hombres armados.

Pero aquí es diferente, le insistían los amigos: “Aquí no hay pierde, seguro vas a ser triunfador. Nosotros te hacemos la campaña”. Ante tanta insistencia fue cediendo. La miel del triunfo es una tentación para el ser humano.

Sus amigos inician el proselitismo electoral… “Tenemos el candidato, un abogado pensionado con experiencia, honrado y buen amigo, con deseos de servir. Una persona elegante, vive cerca del parque”. “Pero a ese señor, yo no lo conozco”, dijo más de uno de los visitados.

-Sí lo conoces, es ese que de tarde pasea a Sacha por el barrio-.

-Ah, ese señor alto de bigote que pasea a la hermosura de Sacha, que a mis hijos y a todos nos encanta su blancura y su gracia al caminar. No se preocupe por esa blancura de animal, vamos a votar por su candidato-.

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