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Saber escuchar

“Porque de las muchas ocupaciones vienen los sueños, y de la multitud de palabras la voz del necio” Eclesiastés 5,3.

En estos días de acaloramiento en la política y la desenfrenada carrera para obtener una anhelada meta, se observa como los candidatos hablan y hablan y no paran de hablar, mostrando todo el tiempo lo que ellos harían en el caso de ser elegidos. Las reuniones son larguísimas y los discursos interminables hablando de sus planes y proyectos. Casi nunca se muestra interés por los demás, ni siquiera en saber quienes son.

Están tan ampulosos con su propia importancia como para creer que, quizás, habría alguien allí presente que tuviera algo de más valor para decir que lo que se comparte en esa reunión. ¿Cómo se puede ser buen candidato, si no se tiene la disposición de escuchar a los demás? Es fácil hablarle al pueblo y mover sus emociones, sin ser parte del pueblo y no estar con ellos. De hecho, se conocen buenos programas que pierden su brillo por la excesiva habladuría de sus proponentes.

Se considera que, una de las características importantes de una persona que ha sido llamada a trabajar con la vida de otros, es la habilidad para escuchar a los demás. ¿Cómo se puede saber que está pasando en la vida de las personas y la mejor manera para suplir sus necesidades, si no los escuchamos? ¿Cómo enterarnos de sus cargas, sus luchas y sus aciertos, si no les damos espacios para hablar? ¿Cómo traerles la solución apropiada para sus circunstancias si no conocemos la realidad con la que viven y pelean cada día?

La única manera es abriendo nuestro corazón y un espacio para escucharlos y conocerlos. Sin embargo, estar dispuestos a escuchar tiene un precio. Implica interés, atención y amor. Demasiados candidatos están complacidos consigo mismos.

Les gusta escuchar el sonido de su propia voz, especialmente con un micrófono en la mano. Pero el candidato que tiene vocación de servicio se deleita en compartir con sus semejantes, dispone de tiempo para escuchar con el corazón e interpreta lo que hay más allá de las palabras. No está apurado ni se distrae con otras cosas.

Allende la captación de votos, les dice a las personas: ¡Me interesa tu vida! Eres más que un votante, eres una persona con valor, quiero escuchar lo que tienes para decirme.

No creo que la voz del pueblo sea la voz de Dios; pero, si se escucha al pueblo, se pueden presentar mejores propuestas para la calidad de vida de las personas y los pueblos. Tomemos el modelo celestial: Nuestras oraciones son escuchadas delante de Dios.

A un oficial del ejército romano, llamado Cornelio, Dios le dijo que sus oraciones habían subido para memoria delante de Él. Esto significa que, Dios inclina su oído para escucharnos y conocernos y que todas aquellas ofrendas, sacrificios que hacemos por amor y devoción a Dios, siempre estarán delante de su trono.

Candidatos: ¡Inclinen sus corazones para escuchar la voz de sus electores!
Dios bendiga sus vidas y programas para beneficio de la región.

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