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S no de Sergio sino de Soledad

El Centro quedó vacío. Los pobres liderazgos que mostraron Fajardo, Galán, Alejandro Gaviria y Robledo, destrozaron una opción que resultaba interesante para algunos y que ahora no es más que un recuerdo. En principio en el ideario colectivo colombiano se presumió que esta coalición sería una opción tranquila, incluyente, que refrescaría la polarización, que precisamente por su apertura podría recibir el apoyo de muchos sectores que le temen a los extremos. Lo curioso es que después de los pobres resultados que obtuvieron el 13 de marzo, el discurso del ganador, el de Sergio Fajardo, se encendió.

Si bien Fajardo ha sido un candidato tibio, flojo, muy cercano al establecimiento, al Santismo – es novio desde hace tiempo de la excanciller María Ángela Holguín-, al mal llamado proceso de paz, se percibía como honesto, tranquilo. Sin embargo le pasó factura el escándalo de Hidroituango; así como es confuso el tema y el caso no se ha cerrado, el desgaste asumido por esta investigación alejó a Fajardo de su meta y a la opinión pública de su imagen de buen tipo. 

Hoy Fajardo está completamente desdibujado. Es agresivo, constantemente cree insultar a Fico Gutiérrez al decirle que es el de Uribe y de paso maltratando a media nación. Con Petro no se mete, pareciera que le rinde pleitesía. Por eso mismo se está quedando solo, sin apoyo popular. Si las cosas siguen como van, no me extraña que en la primera vuelta presidencial del 29 de mayo Fajardo obtenga menos votos que los que obtuvo el 13 de marzo. Creo que hasta Rodolfo Hernández -quien ahora está bajo la presión de unirse o no a ‘Fico’ antes del 29- tendrá mejor suerte. Y para completar sus compañeros de coalición no le endosan votos ni se la juegan por él. 

El discurso de apoyo de los Galán muestra la desesperación por haberse quedado desempleados; Gaviria -que también perdió el sueldazo de Los Andes- no aparece para nada y Carlos Amaya olvidó que hace parte de una coalición que generaba compromisos después del 13 de marzo; su cara de fastidio durante la inscripción de la candidatura de Fajardo lo dijo todo. Desde el principio hemos escrito en esta columna que la coalición Centro Esperanza estaba pegada con babas pero estuvimos lejos de pensar que prácticamente desaparecería. Es que ni Mockus lo ha apoyado después del 13. Es más, con el paso de los días se ha ido completando la desbandada de los verdes hacia la campaña de la extrema izquierda, la misma que apoyan Venezuela y Timochenko. Fajardo se quedó solito con María Ángela. 

Si en algún momento ciertos uribistas analizaron la posibilidad de apoyar a Fajardo a falta de buenos resultados de Oscar Iván Zuluaga en las encuestas, la desatinada narrativa que ha usado en los últimos días contra ese segmento descartó cualquier posibilidad de conversar. 

El nicho intelectual que se siente cómodo en el centro y que acompañaba a esta coalición parece haber bajado los brazos y se ha entregado a la derrota, no siente que el liderazgo de Fajardo los arrope. Ese nicho ahora debe estar pensando si elige poner en peligro nuestra democracia apoyando a quienes en el pasado fueron hampones que se vieron favorecidos con una amnistía, si en ellos confía después de ver lo que hicieron al gobernar a Bogotá, al apoyar la primera línea y los paros del año pasado, o si decide apostarle a defender las libertades y la democracia, que con errores y todo, hemos disfrutado hasta ahora. Es increíble que quienes son responsables de los paros, los que causaron el encarecimiento de la canasta familiar, hoy se hagan llamar amigos del pueblo. ¡Qué contrasentido!

El centro se diluyó entre la diatriba irresponsable de quien propone imprimir billetes para dárselos a los pobres, el amigo de Chávez, el mismo que luchará contra el continuismo con Roy y Benedetti a su lado y la narrativa responsable de quien exigirá a las FARC que cumpla los acuerdos que firmó y que terminaron siendo una bofetada a las miles de víctimas que dejó el conflicto armado en Colombia. 

Ya ni los de centro apoyarán al  centro.

Ya viene el análisis de la derecha colombiana. 

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Jorge Eduardo Ávila: