Es conocido por todos cómo nace en 1968 la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, encargada de desarrollar el Festival de su nombre. Sus gestores: ‘La Cacica’ Consuelo Araujonoguera, el en ese momento gobernador Alfonso López Michelsen y el compositor Rafael Escalona Martínez, pensaron que había que hacer algo urgente hacer para preservar el que todo ese cúmulo de manifestaciones culturales, en especial en el ámbito musical no se desvaneciera, corriendo el riesgo de perderse con el transcurso del tiempo.
Es así como se consolidan los concursos: Conjunto Típico de Música Vallenata con sus tres categorías: profesional, aficionado e infantil, Acordeoneros Aficionados, Canción Vallenata Inédita con sus cuatro aires (merengue, paseo, puya y son).
Concurso del Rey de Reyes. -Además de los ganadores anuales, cada diez años, entre los ganadores de todos los festivales se elige un ‘Rey de Reyes’. Al mejor artista se le premia con ‘La Pilonera Mayor”’, que es la más alta distinción para un músico vallenato. A lo largo de toda la historia de Colombia, la han logrado sólo seis compositores.
Piquería. -Las piquerías son una especie de diálogo o duelo “cantado” donde los participantes se enfrentan por medio de versos y rimas, donde gana el más astuto y ocurrente.
En este momento nos interesa destacar el concurso de la Canción Inédita y las ganadoras en el Festival Vallenato. Fueron en los primeros años del concurso, tan protagonistas como el título del rey vallenato profesional, de tal manera que eran ‘peleadas’ por los grupos de moda para ser grabadas, las que generalmente se constituían en éxitos esplendorosos. En ese sentido, hubo nombres, que aún hoy siguen siendo famosos, asociados a esta modalidad durante muchos años, cada quien en su época respectiva, bien por cantarlas presencial en el evento, o porque las grababan en sus respectivos conjunto, o famosos cantantes.
Al hacer una revisión del recorrido del universo que conforman los ganadores de la canción inédita, descubrimos en ese largo caminar, al ganador del primer concurso. Nos encontramos con quien al pasar el tiempo por su talento artístico como intérprete y compositor denominamos “El Poeta de la canción vallenata”, designado también con otros apelativos. El es el de las canciones líricas que marcaría una ruptura del vallenato narrativo, el descriptivo al romántico. ‘El flaco de oro’, de ojos como centellas, hace que broten de su guitarra o de su acordeón piano notas vibrantes, quejumbrosas de gran belleza y esencia expresiva. A veces es un susurro, un tarareo.
En esencia es Gustavo Gutiérrez Cabello el primer compositor ganador de este concurso en 1969 con el tema ‘Rumores de viejas voces’, grabado a los dos años por el tres veces rey vallenato Alfredo Gutiérrez. Era una protesta sobre la afectación que ya estaba colándose en las filas vallenatas, una especie de reprensión sobre las influencias foráneas que desde ese entonces venían permeando a la canción vallenata. Sus canciones han sido inmortalizadas en el acetato por destacados grupos musicales. Además de reconocidos intérpretes de la música vallenata, también otros artistas como Claudia de Colombia, la Billos Caracas Boys, Rikarena y la orquesta de Pacho Galán.
‘La Espina’, ‘Lloraré’, ‘Sin medir distancias’, ‘Yo no sé pedir perdón’, ‘Tanto que te canto’, ‘Se te nota en la mirada’, ‘Camino largo’, ‘Si te vas te olvido’, ‘Así fue mi querer’ y ‘Ya mi niño se creció’, son algunos de los temas del primer ganador del concurso de Canción Inédita, parte de cuya prestancia y distinción le debe al momento glorioso en que dos de sus composiciones subieron a la tarima Francisco el Hombre .
Y así continuaron los éxitos de bellas canciones como: ‘El Indio desventurado’, ‘Freddy Molina’, ‘Lamento arhuaco’, ‘Recordando mi niñez’, ‘No voy a Patillal’, ‘El hachero’, ‘La profecía’, ‘Soy vallenato’, ‘Río Badillo’, ‘Voz de acordeones’, ‘Nació mi poesía’ y ‘Paisaje de sol’.
Santander Durán el “Rey de la canción inédita”. En 1982 de nuevo gana Gustavo Gutiérrez con ‘Paisaje de sol’ y el cantante Jorge Oñate la convierte en un éxito.
Por Giomar Lucía Guerra Bonilla