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Romaña está en La Habana

Con la llegada a La Habana de Henry Castellanos, alias ‘Romaña’ volvió al galope el proceso de paz, recobró vigencia la solicitud de justicia y las posiciones antagonistas que conciben polarización. Compartir los anhelos de paz y entender que el fin del conflicto es provechoso para el país no me hace gobiernista, ni simpatizante de las FARC, contradecirlo no me hace guerrerista, en contraste, negar el propósito de la paz para hacer política en nombre del conflicto es irracional; entre tanto, un demócrata distingue las diferencias de esa connotación la cual conduce a la consideración de que el fin del conflicto es una etapa de una extenuante maratón para construir nación.

Construir nación significa mitigar los impactos sociales que produce el conflicto armado en Colombia, en especial, en términos económicos: para enfrentar el conflicto fueron reservados para esta vigencia 22.6 billones de pesos. Este rubro destinado a Defensa y Policía representa la porción más grande del Presupuesto General de la Nación, esta situación ha permanecido incesante en los últimos 10 años, para la guerra en ese periodo fueron invertidos 230 billones de pesos.

Pese al prontuario criminal no debe originar preocupaciones que alias “Romaña” se haya sumado al proceso de paz, el marco del proceso está diseñado para que participen todos los cabecillas de las FARC, la excepción es contraproducente, dejar cabos sueltos en la negociación y concertación de acuerdos es inconsecuente con el espíritu del proceso; inclusive, no tendría sentido la participación de las víctimas, porque continuarían mermadas las posibilidades de inversión en infraestructura, vivienda, salud o educación.

Particularmente, considero preocupante que mientras la cúpula de las FARC negocia y disfruta de los placeres de La Habana, el territorio nacional sigue a expensas del modus operandi de esta organización, esa situación representa un problema gigantesco, porque en momentos del posconflicto, contemplaremos un fenómeno de mutación jerárquica y de mando, pero con la misma perspectiva delincuencial.

“La transición, desmovilización y entrega de armas no existen ni en la gramática del acuerdo de La Habana ni mucho menos en el de la guerrilla”, aseguró sin vergüenza “Pastor Alape” alias Félix Antonio Muñoz Lascarro. La lectura de estos conceptos enfatiza las incongruencias de las FARC y encarna los temores de la mutación jerárquica y de mando. La posición de alias Félix Antonio Muñoz Lascarro, es temeraria e incoherente con el objeto del proceso, no hacerlo sería una ingenuidad imperdonable para el gobierno, esencialmente porque la dejación de armas hace parte de los cinco puntos programados en la agenda.

La dejación de armas es inherente al fin del conflicto, como la reparación a las víctimas, la estructuración del posconflicto, el imperio de la ley y el restablecimiento de la institucionalidad, para garantizar la salvaguarda de los derechos y la no repetición de su quebrantamiento. Aquí yacen las preocupaciones, así como la guerra tiene un costo, la paz también la tiene, ese debería ser el temario de la controversia de los estrategas y hombres de Estado, ahí están las bases para construir sociedad, nación, desarrollo y crecimiento, con fundamento en el cambio de contenido del debate, porque para atizar el problema están las FARC, ELN y las denominadas BACRIM.

Referencias bibliográficas ¿Cuánto nos cuesta la Guerra? Juliana Castellanos.
@LuchoDiaz12

Luis_Elquis_Diaz: